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Sensación de pobreza: No habrá estallido, porque ya explotó 

Por Sebastián Dumont

Desde hace un tiempo importante, una pregunta sobrevuela distintos ámbitos: ¿Cuándo explota esta situación compleja que vive la Argentina? Quizá sea tiempo de dejar atrás el interrogante y pensar que esto ya ocurrió de una manera distinta a la que conocimos como la principal crisis desatada desde diciembre de 2001. Suele esperarse para certificar que la complejidad social y económica ha llegado a su límite, reacciones violentas como los saqueos generalizados.  Pero no. El hecho que no sucedan no son sinónimo hoy de la degradación a la que ha arribado la Argentina en todos sus capas sociales. Es en este nuevo contexto que deben moverse los aspirantes a conducir los destinos nacionales, provinciales y locales. Y es un desafío adicional para los sindicatos tradicionales. 

Lo importante suele estar en los detalles. La Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) cuyo referente más notorio es Esteban “Gringo” Castro recorre distritos del conurbano para presentar un proyecto de ordenanza a los fines de regularizar la venta ambulante en los distritos. No es cuestión de deslegitimar las tareas de quienes se ganan la vida de esa manera, pero encierra un mensaje complejo. El camino no es revertir la precariedad sino profundizarla. Del ascenso social que proponía el peronismo con el movimiento obrero como columna vertebral a estos tiempos donde se crean sindicatos que agrupan a desocupados. En lugar de pensar normas para atraer inversiones y permitir que los generadores de trabajo tengan herramientas para contratar, se hace todo lo contrario. 

Es otra sintomatología de lo que alguna vez llamamos en esta misma sección “La Argentina blue”. Lo peligroso acontece en la normalizar lo anormal. El conflicto del sindicato de los trabajadores del neumático es una muestra de ello. Y de una creciente crisis de representación de los sindicatos tradicionales. Muchos de ellos son amenazados por el crecimiento de las lineas internas más combativas que ganan al mostrarse sus dirigentes en el mismo nivel que sus representados. No es un dato menor en tiempos donde la clase política es vista cada vez más lejos por el resto de la sociedad civil. 

Sin empresas no hay trabajadores. Y sin capital no hay posibilidades de discutir la distribución del ingreso, hoy en el centro de la atención de la creciente conflictividad, expuesta en diversos ámbitos. Por eso no hay que esperar ya una explosión, suceden varias al mismo tiempo. Sí  hubo una implosión es en la forma de vivir de la mayoría de los argentinos, quienes han visto degradar su calidad de forma progresiva. Para la decadencia, triunfó el gradualismo.

Es por eso que hay trabajadores de clase media que se sienten pobres. Este miércoles se conoció el dato técnico del Indec sobre los niveles de pobreza en el primer semestre del año que llegó al 36,5 por ciento, donde en el GBA trepó a 37%. Más allá del número puntual, tallan los estados de ánimo. Son varios analistas de opinión que vienen registrando este fenómeno. El empobrecimiento no es solo de bolsillo sino de ánimo. 

Los que suelen tomar nota primero, siempre del termómetro social son los intendentes del Gran Buenos Aires. No en vano aceleraron sus reuniones. Tanto en el oficialismo como en la oposición. Esta semana hubo un encuentro importante en Avellaneda que reunió a los alcaldes de la primera y tercera sección electoral. De ese cónclave surgieron los habituales pedidos para estos tiempos. “Nos reunimos para establecer una agenda de trabajo común sobre los principales temas que afectan a nuestra población: aumento de precios de alimentos, la inflación y la seguridad”, publicaron en sus redes sociales varios de los asistentes. El mensaje es hacia adentro de su propio gobierno nacional y provincial. 

El apoyo a la actuación de Sergio Massa se mantiene. Todos son conscientes que no hay plan B, pero que muchos tendrán que transpirar más de la cuenta para renovar sus mandatos en caso que la economía no avizore una mejora palpable. Ya lo dijo el propio Máximo Kirchner en un reciente encuentro con los alcaldes. “Si seguimos así vamos a perder”. ¿Sólo se refería al gobierno nacional? 

En este medio se advirtió hace tiempo de la tensión creciente entre Intendentes y Máximo Kirchner. Con Axel Kicillof viene desde el arranque y sigue en la actualidad. Pero con el presidente del Pj bonaerense es más novedoso. El argumento del hijo de la vicepresidente que su agenda se modificó luego del atentado a su madre, es relativo. El 24 de agosto pasado ya se advertía de esta tensión y así se publicó: “Lo notaban distante (por Máximo Kirchner). Quizás se relacione con la imposibilidad de poder cumplir acuerdos que lo depositaron en la cúpula partidaria para la que tuvo que sortear resistencias políticas y legales (aún hay un reclamo pendiente de la presentación que hizo Fernando Gray) Para entender el juego del Frente de Todos en Buenos Aires hay que seguir una premisa: cuando se aleja Máximo, crece Axel Kicillof.­

El gobernador se siente, otra vez, fortalecido internamente. Siempre ha respondido a Cristina Kirchner y nadie más. La relación tuvo altos y bajos. Pero ahora, Kicillof está convencido de que podrá buscar su reelección con menos discusión interna que antes. Dilata decisiones. No concede todo lo que le piden los intendentes”.

Un claro conocedor de esta situación entre los intendentes y el gobernador lo relata crudamente: “cuando hay que avanzar en un nombramiento de los ministerios que están bajo la órbita de los intendentes o incluso del Frente Renovador, los tiempos son infinitos. En cambio, si es algo que lo pide Carlos Bianco, Augusto Costa o Federico Thea la resolución es inmediata”. La última gran puja se terminó de definir la semana pasada con la conformación de los directorios de las empresas del Grupo Banco Provincia. Desde que asumió Gustavo Menendez y con la diversificación del grupo, los nombramiento se mantuvieron en stand by. Recién se terminó de resolver el viernes tras una larga tensión. Ganaron los jefes comunales que se quedaron con la presidencia de Provincia Seguros, donde recaló Sergio Patrón Costa, un hombre de Menéndez, mientras que Fernando Sack, más cercano al gobernador administrará Provincia ART. Lo que para los que no siguen de cerca las minucias, lo que podría ser visto como un empate, no lo es. Alcanza con mirar los balances de una u otra empresa. 

Hay más datos que demuestran este compartimiento de Kicillof para con los intendentes en una ya clásica puja de poder. En el reciente creado ministerio de Transporte que dirige Jorge D´Onofrio, del massismo, le costó mucho poder ponerlo operativo. Y aún le cuesta. Todavía pelea por nombramientos, sobre todo de una colaboradora suya muy importante. Lo mismo le sucedió a Leonardo Nardini en el Ministerio de Infraestructura cuando quizo crear el cargo de Jefe de Gabinete y ubicar a Franco La Porta. A La Porta lo nombraron, pero el cargo nunca se creó. Martín Insaurralde podría relatar episodios similares a montones. Lo importante, siempre, está en lo detalles. 

La cada vez más posible eliminación de la PASO puso en alerta a todo el sistema político. Hoy los mayores dolores de cabeza los tiene Juntos por el Cambio que no puede ordenar su interna. Y difícilmente lo vaya a lograr. Hubo una demostración fuerte de Néstor Grindetti, Joaquín De La Torre y Javier Iguacel para caminar juntos la provincia de Buenos Aires. Del otro lado del ring está Diego Santilli. A pesar de ser apuntado por no pertenecer originariamente al territorio bonaerense, el “colorado” le pone horas a sus recorridas. Un detalle: cada 15 días se pasa más de 12 horas en el distrito de La Matanza. Allí, quienes lo acompañan apuntan con mucha atención el descontento que ha trepado a niveles muy elevados en sectores históricamente identificados con el peronismo. La respuesta a eso, no necesariamente, será votar opciones más radicalizadas, sino no ir a sufragar, como ya sucedió en 2021. El voto se ha convertido, lentamente, en la misma sensación que ir a denunciar un delito a la comisaría. La certeza que no cambia nada. El fenómeno es peligroso pero no propio sólo de la Argentina. En cada elección es menor la concurrencia a las urnas. Otro síntoma más que la explosión no llegó, porque, en definitiva, ya se produjo. 

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