Por Sebastián Dumont
Desde el sábado a la tarde, Cristina Kirchner tiene lo que anhelaba hace tiempo: la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía. Tanto en sus cartas como en cada una de sus apariciones públicas, la jefa política del Frente de Todos había dejado claro que no compartía el rumbo económico adoptado por el ex ministro que, en definitiva, era lo mismo que decir el camino que Alberto Fernández apoyaba. La tensión se aceleró a finales de enero cuando se anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La renuncia de Máximo Kirchner a la titularidad del bloque oficialista nunca estuvo desenganchada de su madre. Había comenzado allí la embestida final para tomar las riendas de la política económica, que a criterio del ala dura K, los llevaba indefectiblemente a una derrota en 2023.
Nadie puede asegurar ahora que la situación vaya a mejorar para el oficialismo. Al contrario. Las primeras consecuencias del fin de semana muestran el crecimiento de una crisis política donde se pone en duda, como nunca antes hasta aquí, la continuidad del presidente Alberto Fernández. Se apilan las especulaciones en torno a la reunión que mantuvieron el lunes por la noche en Olivos ambos. Se habló de amenazas de renuncias y carpetazos. Sólo ellos saben lo que pasó allí.
De todas formas, la sintomatología de la crisis la evidencian respuestas como la del dirigente de los movimientos sociales y funcionario en la Casa Rosada Fernando “Chino” Navarro al desmentir la dimisión del presidente. Fernández ingresa en el mismo terreno que Sebastián Battaglia tras la eliminación de Boca Juniors en la Copa Libertadores. La ratificación permanente de su continuidad es su principal debilidad. Nadie ratifica lo que está firme.
Aún restan por evaluarse los daños de un fin de semana muy particular. El permanente manoseo del nombre de Sergio Massa para ocupar la Jefatura de Gabinete con amplios poderes y luego la no concreción dejó heridas. En el Frente Renovador ya venían marcando su enojo con la situación del Frente de Todos y el 15 de julio se iba a exponer en un Congreso el rumbo a tomar. Por ahora, reina el silencio. Pero no podrán olvidarse las palabras de dirigentes muy ligados a Massa como Jorge D´onofrio quien abiertamente expresó hace unas semanas atrás: “Estamos cansados que Massa tenga razón, pero que después no le hagan caso en nada”. ¿Quién no quería a Massa en el gabinete? Las versiones son múltiples. Pero por la dinámica del funcionamiento en el oficialismo, si Cristina Kirchner hubiera estado convencida, Massa era Ministro. En su entorno aseguraron que sin una reestructuración del gabinete y del FDT, prefería quedarse en Diputados a pesar de los ofrecimientos que recibió de parte del Presidente.
En sectores importantes del círculo rojo se lamentaban que no haya sucedido. Aún con diferencias, veían en Sergio Massa lo más cercano a un recambio de peso, acompañado por Martín Redrado en el Banco Central y Emanuel Alvarez Agis en el Palacio de Hacienda. También se iba a convertir en un problema para la oposición porque el Presidente de la Cámara de Diputados iba a convocarlos a un gran acuerdo. De yapa, aceleraba la partición y las internas de Juntos por el Cambio. Varios referentes importantes estaban dispuestos a aceptar el convite en nombre de la Patria. Por ahora, todo ello quedó en el terreno de las especulaciones y la anécdota. Pero la idea no habría que archivarla porque la dinámica de la crisis no terminó.
Mientras avalúa los pasos a seguir, Massa se mostró en línea con la agenda que siempre quizo mantener y mostrar en el oficialismo: lejos de las internas y enfocado en “dar soluciones”. Por eso, exaltó la última aprobación de la ley automotriz en la cámara baja que venía dormida hace varios años. Y antes, el alivio fiscal que terminó de sancionar de manera unánime el Senado.
Todo este panorama aún tiene desconcertados a muchos de los Intendentes del conurbano bonaerense. Observan con demasiada preocupación las desavenencias del oficialismo y temen por sus territorios. Cuando se los consulta sobre el estado de las cosas, la respuesta que más se escucha es “peor de lo que se ve”. E incluso, hay quienes están alarmados porque entienden que aún hay dirigentes nacionales y provinciales que no parecen darse cuenta de la gravedad de la situación. “Todavía creen que así se puede mantener la provincia de Buenos Aires, a este paso, va a ser muy dificil”, sostiene un experimentado legislador de la tercera sección electoral.
Empieza a profundizarse el sentimiento del “sálvese quien pueda”. Es más, hasta no terminan muchos de ellos de entender la jugada de Cristina Kirchner. Un alcalde lo resume así: “Si Cristina (Kirchner) buscaba diferenciarse de Alberto Fernández, para conservar su propio capital político y armaba Unidad Ciudadana teníamos posibilidades de retener la provincia y la intendencia. Pero ahora, al poner a Silvina Batakis se hace cargo de la política económica del gobierno. Si fracasa ya no podrá despegarse y nos arrastrará a todos”.
Sin dudas, no está claro que esa sea la mirada de Cristina Kirchner. En el último tiempo aceleró los encuentros con referentes del empresariado, la economía y los medios de comunicación que no le son afines. Como graficó uno de los hombres que la visitó por estos tiempos, “el único momento donde el país pudo ganar tranquilidad y crecer fue cuando se alinearon los planetas del círculo rojo y la política. La última experiencia clara fue con Néstor Kirchner cuando estaba acordado lo que le tocaba a cada uno. Pues bien, ahora Cristina entiende que se debe recrear aquello, aunque no le gusten alguno de sus interlocutores”.
La realidad es que, en sus expresiones recientes, la Vicepresidente dejó algunas pistas en esa línea. Al contar los detalles de cómo se gestó su encuentro con Carlos Melconian, mostró que no es la Cristina encerrada que no habla con nadie. Al contrario. Es más, varios de sus interlocutores recientes no dejaban de sorprenderse por los epítetos que le dispensaba a Alberto Fernández. Razones por las que concluyen que, más allá de cenas en Olivos, la relación está rota.
Cristina Kirchner reaparecerá en un acto en El Calafate, su lugar en el mundo. Pero antes, este jueves Máximo Kirchner irá al Conurbano bonaerense para participar del acto del PJ de Escobar donde asumirá Ariel Sujarchuk su mandato como titular del partido local. El jefe comunal en uso de licencia lo esperó en vano a Alberto Fernández el lunes en un acto en su distrito. Para sus pares, encarna a la perfección este momento donde se miran de reojo unos y otros. Nunca lograron confiar en sus movimientos y terminales.
“Antón Pirulero… Cada cual, cada cual, atiende su juego y el que no, el que no, una prenda tendrá”. Aquel juego infantil representa de manera exacta lo que está sucediendo en estas horas en la política argentina. Con un agravante importante que definió muy bien un operador bonaerense: “se ha perdido la confianza en tres todos”. Música para los oídos de quienes, como Javier Milei, ponen su mirada en la casta politica y el intento de preservación de sus propios intereses. Al parecer, se observa una ruptura también de esa dinámica. Y crecen los pases de facturas y rencores hacia adentro y afuera.
Conclusión: Hay una sociedad que agota su paciencia pero por ahora lo demuestra en cuenta gotas. Lo reflejan en las encuestas pero las reacciones aún son muy tímidas. Algunos de los flashes se observan en hechos puntuales. El último sucedió en La Plata el miércoles por la mañana. El gobernador Axel Kicillof tuvo que irse de un acto sin hablar porque los familiares de los cadetes del servicio penitenciario se cansaron de esperarlo y lo silbaron. La política debería tomar nota de estas reacciones. Siempre el fuego se inicia desde una pequeña chispa.