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Análisis: Jugar con fuego 

Por Sebastián Dumont

Alguna vez, en el entorno más cercano a Alberto Fernández, cuando la tensión con Cristina Kirchner se aceleraba, surgió la idea de gestionar, vía movimientos sociales, movidas en la calle que mostraran la posibilidad real de un estallido. No pasó de un pensamiento pero, el objetivo era frenar la embestida de la vice presidente, lo que demostró la presencia de una certeza que tenían los dirigentes próximos al jefe de Estado: “ante el caos inminente, Cristina retrocede”. En aquel entonces, el dólar había pegado uno de sus clásicos saltos con todo lo que ello significa para la preocupación de la gente, y había aparecido la primera de las cartas de la titular del Senado. 

A medida que las relaciones entre Presidente y Vice continuaron su deterioro, la posibilidad de una agitación social estuvo sobre la mesa. Quizá, esa sea una de las razones centrales del encono que Cristina Kirchner sigue teniendo con el Movimiento Evita. Más allá del manejo de los planes o, incluso, del desafío electoral de Emilio Pérsico y el Chino Navarro en el 2017 cuando apoyaron la candidatura de Florencio Randazzo que llevó a la derrota de Unidad Ciudadana. Aquella campaña del PJ bonaerense tenía un jefe: Alberto Fernández. 

Desde la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía, y tras los forcejeos que fueron públicos para ver quién llamaba a quien, Alberto y Cristina retomaron el diálogo. Al menos un intento de hacer reinar el sentido común. Increíble que sea noticia nacional que las dos máximas autoridades del país conversen. Y mucho más raro es que, en algunos sectores, eso se festeje como un gol en la final del mundial. Pero así es esta realidad de la Argentina. 

Si hay o no una tregua se sabrá pronto. Luego de las medidas presentadas por Silvina Batakis el lunes pasado aún no hubo  pronunciamiento de Cristina Kirchner ni de quienes suelen ser sus exegetas. Aunque ella misma se encargó de aclarar que nadie habla en su nombre. Eso alcanza hasta su propia familia. Los anuncios de la titular del Palacio de Hacienda profundizaron el rumbo de su antecesor Martín Guzmán, de quien se cansaron de pedir su salida. Quizá se este ante una situación similar a la descripta más arriba. Ante el temor real que la situación se desmadre, el miedo no es sonso. 

Son múltiples los ejemplos del enojo reinante en el mundo. Se lo puede ver de manera constante y, sobre todo, la híper conectividad nos permite saberlo en tiempo real. Impensado años atrás que la crisis violenta de Sri Lanka fuera tapa de los diarios del país. Pero ahora, las imágenes de la toma de la residencia presidencial en aquella nación del sur de Asia hasta impulsaron la idea de algunos interesados aquí de presagiar que ese sería el destino de la Argentina. Se juega, todo el tiempo con fuego. 

El enojo, la desazón, la falta de confianza han venido generando un cóctel peligroso y real. Pero el impulso de ellos desde quienes tienen máximas responsabilidades, sean gubernamentales o incluso de comunicación, deberían ser revisadas. Se está en un límite. A pasos de repetir imágenes de otros países que la Argentina ya las vivió. Pero era otro país. Por ejemplo, en diciembre del 2001. 

Las noticias que llegan desde el mundo muestran realidades impensadas hasta hace meses atrás. La guerra en Ucrania tras la invasión de Rusia ha puesto en jaque el suministro energético de Europa. En Alemania, por ejemplo, se pide racionalizar de tal manera el consumo de gas que invitan a apagar el horno antes de terminar la cocción para que concluya con el calor ya generado. En el mundo, la gente está enojada. En la Argentina también. 

En los barrios del conurbano, en pleno invierno, hay familias que apagan las estufas porque no saben si tendrán dinero para reponerlas. Y así se podrían multiplicar las anécdotas de una realidad decadente que requiere de una pronta reversión. La política tiene la máxima responsabilidad. Pero son los únicos. 

Esta semana nos ha devuelto imagines preocupantes. Salieron a la calles los productores agropecuarios y los movimientos sociales de izquierda. Una punta y la otra. Pero ahora empezaron a sumarse los grupos más cercanos al kirchnerismo como el caso de la UTEP de Juan Grabois. El hijo de “pajarito”, militante de Guardia de Hierro en los 70 dice estar decepcionado con el gobierno de Alberto Fernández. Y anunció un plan de lucha si en 10 días no tienen respuestas. Su principal reclamo hoy es la implementación del salario básico universal y para financiarlo propone aumentar un 5 por ciento las retenciones a la soja. Una vez más, una punta y la otra. Los dos en las calles. Todos disconformes. Cóctel peligroso. 

De todas maneras, las desembocaduras electorales de estos sectores están por verse. El viernes pasado, en un plenario, el Movimiento Evita dejó en claro que irá por un armado político para competir – o negociar – en las próximas elecciones. Es un mensaje mucho más para la interna del Frente de Todos. Se ilusionan no con ganar distritos pero sí con condicionar a quienes poseen el control territorial. Los intendentes miran con atención. No subestiman ninguna movida, sobre todo porque observan un escenario muy ajustado para lo que viene. Mientras tanto, auscultan a diario el humor social. Están preocupados. 

Todos estos elementos van configurando un escenario. Pero aún no está terminado de conformarse. Hay consultores políticos que aseguran que los protagonistas con más posibilidades el año próximo son aquellos que hoy no tienen todos los focos puestos sobre sus cabezas. Los nombres menos mencionados. Algo así como la llegada de Silvina Batakis. Durante un día entero se arrojaron tantos nombres para reemplazar a Martín Guzmán que terminó llegando la menos pensada. 

Los cambios generados en la última semana no terminaron. El Presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa sigue siendo una posibilidad de desembarco en el gabinete nacional. Mientras tanto, se muestra como quieren que lo vean. Preocupado por la gestión y dar soluciones. Tiene activos para mostrar. Uno de ellos es lo que está sucediendo desde el 2020 con la actividad ferroviaria en la Argentina. Ese área depende del Ministerio de Transporte de la Nación que está políticamente bajo la órbita de Sergio Massa. Esta semana volvió el tren a San Luis luego de 30 años. Sucedió lo mismo con varios pueblos del interior que recuperaron la conectividad a travez de las vías. Tal como escribió en su última nota Jorge Asis, Massa aparece como la “última bala en la recámara” del Frente de Todos. 

Las próximas semanas serán clave para orientarse en la percepción del rumbo de la crisis. Porque nadie puede negar que existe. Y como siempre, el conurbano asoma como el sitio clave para seguir de cerca su evolución. Es tan así que hasta le llamó la atención al propio Embajador de los Estados Unidos en la Argentina Marc Stanley. En las últimas semanas replicó varias reuniones con intendentes y dirigentes bonaerenses. Jugosas charlas que ameritan una nota propia. Será pronto. 

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