La hiperpolarización que se esta dando en la campaña electoral tiene su indefectible corleado en el Gran Buenos Aires. Ambos sectores políticos, tanto el macrismo como el kirchnerismo apelan a diferenciarse pero en muchos aspectos muestran demasiadas similitudes, al menos a la hora de hacer proselitismo. La maquinaria oficial se ha puesto en marcha y muestra que en esa materia son destacados lo que contrasta con ciertos desajustes en el Frente de Todos que aún no logra calibrar su mensaje y estrategia. De ello se habló el miércoles a la mañana en un encuentro de jefes comunales con Alberto Fernández, a quien no veían, en conjunto, desde antes de anunciarse su candidatura a presidente.
En su momento el kirchnerismo, en gran parte basado en teorías de Ernesto Laclau, construyó un relato épico para enfrentar a sus enemigos. Los mismos estaban identificados en las “grandes corporaciones, los poderes concentrados” o aquella famosa frase de Cristina Kirchner cuando dijo “si me pasa algo miren hacia el norte”. Algo similar sucede ahora con el oficialismo quien plantea la idea de la elección más importante desde el regreso de la democracia porque lo que está en juego, si gana la fórmula de Cristina Kirchner, es el “regreso del autoritarismo y un país asociado el eje del mal con la mirada puesta en Venezuela”.
Sin discutir la veracidad de ambos enunciados, persiguen un mismo objetivo: no hacer foco en los problemas coyunturales que puedan generar incomodidad en los candidatos. Para Juntos por el Cambio, ello sería tener que estar respondiendo todo el tiempo sobre la inflación, el aumento de la pobreza y la fenomenal devaluación que se vivió en un año. Para el Frente Todos es tener que dar respuestas a temas como la corrupción donde llevan de candidata a una persona con varios procesamientos y pedidos de detención solo frenado por el efecto de los fueros. Entre otras cuestiones que genera las propias contradicciones de un espacio compuesto por candidatos de procedencias similares en los últimos 10 años pero que la propia Cristina Kirchner los fue expulsando para nuevamente arroparlos bajo su conducción.
¿Cuál de todos estos puntos serán los más importantes a la hora del voto en la Provincia de Buenos Aires? Una rápida respuesta sería: los temas económicos. Es probable porque las cifras son inocultables. En dicha área, la pobreza alcanzó el 35,9% en el segundo semestre del año pasado y allí viven el 53% de los desocupados de la Argentina. En las últimas cifras de la inflación, lo que más subió en el conurbano fueron las verduras y los lácteos con un promedio del 6%. Elementos de extrema necesidad.
Quizá alguna de estas estadísticas expliquen los números que manejan los intendentes en cada uno de los distritos. Allí las diferencias a favor de Alberto Fernández y Cristina Kirchner varían según territorio o distancia con la ciudad de Buenos Aires. Pero salvo alguna excepción muy particular, la situación es repetitiva al igual que aquello donde María Eugenia Vidal mide mejor que Macri y los intendentes, más allá de su pertenencia partidaria, están al tope de las encuestas en sus comunas. Después viene lo otro: la arquitectura electoral, clave para que esos votos terminen en las urnas.
En las cercanías de María Eugenia Vidal sostienen que las PASO podrían arrojar para ella una derrota por 4 puntos ante la figura de Axel Kicillof. El ex ministro de economía comenzó a empatizar distinto con los intendentes y dejar atrás ciertos recelos. No hay certezas científicas que los jefes territoriales vayan a pasar alguna factura por el cierre de las listas. En todo caso, mostrarán su poder local generando que su postulación sume algunos votos más que la candidatura presidencial.
No es la misma situación dentro de Juntos por el Cambio. La demostración de aquello que se planteó aquí la semana pasada fue cuando el oficialismo inició campaña en las redes sociales para que se vote lista completa. De Macri para abajo a todos. Se trata de la respuesta a otra variante por la que fueron criticados algunos alcaldes peronistas al no pintar las paredes con el nombre de Alberto Fernández y Kicillof y sólo nombrar a Cristina Kirchner. Pero sucede lo mismo con los intendentes de Juntos por el Cambio. Es todo un desafío encontrar en sus distritos algún afiche que los muestre con el Presidente. Sólo imágenes con Vidal o ellos en actos de gestión. Algunos fueron un poco más allá y cerraron el acto de presentación de candidatos entonando la marcha peronista. Sucedió en San Miguel donde gobierna Jaime Méndez y conduce Joaquín De La Torre, ministro de Gobierno bonaerense. Sutilezas de campaña.
Para los intendentes los relatos no son cuestiones esenciales. Su principal insumo son las obras. Y allí se asienta toda una controversia. Ese activo hoy parece haber quedado del lado del oficialismo que muestra los avances de realizaciones “en serio”. El presidente suele decir “ahora el asfalto es de verdad”. Es una buena manera de saltar los temas espinosos y controvertidos. Lo importante frente a lo urgente. Por ello, ante Alberto Fernández, los alcaldes se dedicaron a reforzar la estrategia de salir más duro con los temas económicos y desmentir el “festival” de realizaciones que promueve el gobierno. El que mejor lo resumió fue Gabriel Katopodis, intendente de San Martín, cuando una imagen suya se vilarizó negando con su rostro las afirmaciones del presidente y la gobernadora en un acto donde se puso en marcha el metrobus. “Las escuelas y los hospitales provinciales están igual ahora que antes con Scioli”, lanzó el jefe comunal. Una nueva demostración que la polarización es tan fuerte que, al final, los polos se terminan pareciendo mucho. Demasiado.