Por Sebastián Dumont – Periodista
“Guillermo es, en su esencia, “taquero”, nadie mejor que él para sentarse a negociar”. Guillermo es Britos. Y quien lo describe lo conoce desde los tiempos que ejercía su rol de policía en la provincia de Buenos Aires. El actual intendente de Chivilcoy es el hombre que eligió Javier Milei para que sea su candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Tal como dijo el economista en las últimas horas, sólo falta ponerle el moño al acuerdo que, según se pudo saber, está cerrado. La futura candidatura de Britos abre un escenario de especulaciones y balances sobre cómo influirá en el electorado bonaerense. ¿Cómo se gestó? ¿Quiénes han sido los principales operadores? La postulación, de arranque, no incomoda al sistema político bonaerense, aunque no les cae de la misma manera a todos por igual.
“Con Guillermo tenemos una excelente relación y es una persona justa para el cargo. ¿Cuál es el principal problema de la provincia de Buenos Aires? La inseguridad, (Britos) es un hombre que fue comisario durante 30 años, de una actividad destacable fue condecorado, tiene dos tiros que se bancó peleando contra los delincuentes, es superformado”, declaró Javier Milei cuando le preguntaron si ya tenía candidato confirmado. Falta tan sólo oficializar. Se dará en los próximos días. De hecho, el último fin de semana cuando se lo consultaba por la determinación, el libertario aseguraba que sería en los próximo 10 días. El plazo está a punto de finalizar.
La gestación de Guillermo Britos como posible candidato tiene diversos actores. Además del propio Milei, las conversaciones tuvieron a protagonistas como Ramino Marra, quien será el candidato a Jefe de Gobierno porteño. Y en medio de esta ola de datos, surgió el nombre de Fernando Rozas, que él mismo se encargó de desmentir. Es verdad que existen lazos históricos entre ambos. Desde el momento en que formaron parte de la aventura política de Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires. En ese arribo de Britos fue clave Gustavo Ferrari, otrora ministro de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires.
En aquellos tiempos, Rozas era el apoderado del Partido Celeste y Blanco, que ahora está a disposición de Javier Milei. Y fue cuando Guillermo Britos decidió abocarse a la política partidaria luego de su carrera policial. Ambos fueron compañeros en la legislatura provincial y el vínculo jamás se interrumpió. El derrotero de Britos fue más allá, y luego fue electo intendente de su pueblo, Chivilcoy. Se acercó a la conformación del Frente Renovador de Sergio Massa en 2013 para luego construir un vecinalismo que lo mantiene alejado de ambas puntas de la grieta. Aunque si hubiera que ubicarlo en el mapa ideológico, Britos está mas cerca del peronismo clásico bonaerense que de Juntos por el Cambio o el kirchnerismo en sus versiones más radicales. En su época de policía, entabló una excelente relación con Martín Insaurralde, el mandamás de Lomas de Zamora y cerebro del entramado que se está gestando en la provincia de Buenos Aires desde hace años. A veces, más que gestor, Insaurralde asoma como garante.
“Guillermo tiene criterio propio”, lo define otro dirigente que caminó con él en el armado durante aquellos años. Esa característica, en los tiempos que se viven, es un elogio destacable. Sobre todo ante la permanente claudicación de dirigentes territoriales al sólo efecto de ver cómo conservan su distrito y se embanderan en los proyectos que más le convengan al momento.
Sus orígenes políticos junto con Francisco De Narváez, hoy volcado a la actividad empresaria en su totalidad, pero cerca de Sergio Massa, con quien supo tener fuertes diferencias, invitan a refrescar los procesos de construcción en tierras bonaerenses para enfrentar a los oficialismos de turno pero no incomodarlos demasiado. Los lazos subterráneos, y no tanto, perduran en el tiempo.
La aventura De Narváez tuvo, en sus orígenes, un arquitecto importante para esos momentos: Eduardo Duhalde. Fue el ex gobernador y presidente quien se encargó, en el verano de 2009, de convocar a intendentes y dirigentes que le respondían para comenzar a elaborar un proyecto que le gane al kirchnerismo en el terreno donde más se había afincado. Hubo doble juego. Es verdad. Las listas seccionales de aquel acuerdo del que participaron Felipe Solá y Mauricio Macri, se armaron en el despacho de un intendente cuya lista participó en el Frente para la Victoria. Furioso y conocedor de eso, Néstor Kirchner le pidió a Mario Ishii que “saliera a cazar a los traidores”.
Es interesante recordar. No porque se vaya a repetir, sino por la lógica. La candidatura de Britos podría ser la frutilla del postre para la conservación de un sistema instalado que va más allá del gobernador de turno. Lo interesante estará al momento de conocerse los nombres de los candidatos a legisladores de la Libertad Avanza en cada sección electoral, como así también los postulantes a intendentes y concejales. El 25 de junio habrá un panorama más claro en ese sentido.
Para los actuales barones – algunos devaluados en el significado exacto del término – les surge una dicotomía: siempre pidieron que un alcalde sea gobernador de la provincia. Pues bien, ahora tendrán dos posibles: Néstor Grindetti y Guillermo Britos. ¿Qué harán? Ayudarlos. Aunque estén en espacios políticos distintos.
El hecho que Javier Milei tenga un candidato a gobernador no es menor para la ilusión oficialista. El perfil de Britos pega de lleno en el discurso duro de Juntos por el Cambio. Sobre todo en el rubro seguridad. Con esa impronta y un asistido sistema de control de urnas, de mínima se quedará con la misma cantidad de sufragios que obtenga Milei en la provincia de Buenos Aires. ¿A quién eso podría favorecer?
Por ahora, creen que al candidato del Frente de Todos, aunque Milei demuestra que erosiona ese electorado en los barrios más humildes. La gran incógnita del oficialismo no es quién será el candidato a gobernador sino el postulante a presidente que pueda hacer la mejor elección en Buenos Aires. De allí la presión para anotar a Axel Kicillof aunque no sumaría a nadie por fuera del voto duro. Es donde se impondría la lógica de Sergio Massa para sostener ese sufragio, pero también recuperar el moderado. A diferencia de 2015, no asoma ningún nombre que pueda encabezar la boleta provincial y dispare una andanada de cortes de boleta a su favor. La estrategia bonaerense es, desde siempre, más nacional que otra cosa.