Por Sebastián Dumont -Periodista
El primer objetivo de esta elección es la subsistencia. En cada territorio, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, trabajan con ese norte. Se nota mucho en las calles y en las recorridas que pueden hacerse por los sitios más poblados de conurbano. Abundan las referencias electorales pero predominan las opciones locales. Puertas adentro, en los despachos de los intendentes, se miran encuestas, pero sobre todo analizan el pulso de la calle. Están en la etapa donde más que nunca tienen que salir a caminar. ¿Qué encuentran? Aunque parezca extraño, la elección no parece estar tan cerca si la guía es lo que devuelven las caminatas. Y ese clima amplifica el nivel de incertidumbre que se posa sobre ellos. De allí que, en los comandos de campaña por estas horas reine el nerviosismo. Aún en aquellos territorios donde la continuidad no parece estar amenazada.
En cambio, tranquilidad es la que intenta transmitir Sergio Massa, el candidato presidencial del Unión por la Patria que debe, en principio, eludir el formalismo de la contienda interna con Juan Grabois. Así como el sociólogo Juan Carlos Torre escribió el libro “Una temporada en el quinto piso” que Cristina Kirchner recomendó leer tanto a Massa como Alberto Fernández, es interesante describir lo que se vive, por ejemplo, una tarde en el quinto piso del palacio de Hacienda.
La hiperactividad del doble rol de Ministro de Economía y candidato presidencial no lo inhibe a Massa de sentarse para ser entrevistado y soltar: “estoy muy tranquilo”. Afuera, el dólar venía de pegar un nuevo salto para ocupar las pantallas de televisión, pero el ex intendente de Tigre lo digería con la certeza de saber que son movimientos típicos de estos tiempos de incertidumbre y especulaciones. ¿En qué podría basar ese estado de ánimo el receptor de la papa caliente? Antes de introducirse en la entrevista televisiva que duró 36 minutos y se emitió esa misma noche en Canal 26, lanza. “ tengo números”. Se enciende la cámara y queda el misterio flotando en el ambiente.
A lo largo de la conversación, Massa profundizó sobre el argumento que, modernizado, podría ser comparado con el “estamos mal pero vamos bien” de Carlos Menem. “Hay una fabricación de consignas que son peligrosas para la vida de la gente. Cuando dicen que hay que eliminar los subsidios al transporte, lo que están diciendo de manera indirecta es que van a aumentar el boleto de colectivo de 60 a 600 pesos. Cuando dicen que hay que sacar los subsidios a las tarifas, están diciendo llevar las boletas de 4000 pesos a unos 14 mil pesos”, lanza Massa quien al mismo tiempo argumenta que no es “momento de cambiar el caballo en el medio del rio”. Impacta su optimismo por lo que viene en la Argentina. Sin dudas, en ese punto debe estar la principal explicación de por qué insistió tanto en ser candidato a presidente. Nadie sin la osadía que se le conoce hubiera aceptado serlo ante este presente tan complejo.
Tanto Sergio Massa como Horacio Rodriguez Larreta desde Juntos por el Cambio apuntan a recolectar al votante que hoy forma parte de la minoría silenciosa. Los ruidosos y politizados están bastante claros: en la oposición eligen a Patricia Bullrich. Por su parte, Javier Milei sigue firme en sectores enojados con la política pero también en aquellos desentendidos con la misma. Entre los desinformados, hay un dato que no se les escapa y es la candidatura del economista. Por encima del resto. Hasta hay quienes siguen pensando que Cristina Kirchner se presenta y preguntan qué se vota en Agosto.
Es el gran riesgo de estas elecciones para todos los que aspiran a ser elegidos. Se hace muy difícil medir y tomar la temperatura electoral. El bache que ellos mismos construyeron durante estos años es que les hace comer las uñas ahora por la incertidumbre y, hasta el efecto sorpresa. Con un agregado que impacta en los territorios: no hay un sólo referente nacional que despierte más simpatías que rechazos.
Por eso, no fue casual que, durante una reunión de intendentes de Unidos por la Patria el micrófono pasara de mano en mano sin que ninguno tomara la palabra. Al mismo tiempo, se mostraban en voz baja las pantallas de los celulares con las encuestas en sus territorios. Los números se repiten mas o menos en todos lados: la formula nacional y provincial está por debajo de las candidaturas locales. Y en algunos casos, en distritos que vienen de sacar el 60 por ciento de los votos en 2019 ahora apenas arañan el 40 por ciento. ¿La mutación de votos se fue a Juntos por el Cambio? No. Son los qué aún reflejan las encuestas como los indecisos. Hasta ese rubro se hizo difícil de proyectar ya que el indeciso quizá se transforme en ausente. El nivel de participación es otro tema de preocupación. Pero, mayormente, lo es para las oposiciones o los que no manejan las estructuras.
No es casualidad que Javier Milei insista que la única forma de cambiar la realidad es yendo a votar y no quedándose en la casa enojados frente al televisor. Interesante es cómo definió un intendente del conurbano las posibilidades del economista en términos prácticos. “Cuando surgió Cambiemos, debía pelear en los territorios contra una estructura grande y aceitada como la del peronismo, pero ahora Javier Milei como tercera fuerza tiene que enfrentar a dos estructuras experimentadas y con caja”. Se refiere a Unión por la Patria y Juntos por el Cambio.
Entre ambas coaliciones se disputan la continuidad o la alternancia. De arriba hacia abajo. Para los intendentes del PRO, la puja local es a todo o nada. Para ellos octubre es la final de la primera final que es el 13. En ese sentido, no tienen empacho en repartir todas las boletas habidas y por haber de candidatos nacionales. Primero está la subsistencia local. Sin territorio no hay paraíso.
Lo mismo le pasa a los jefes comunales del peronismo. En las PASO, salvo donde no se juegan internas como Tigre, Hurlingham o La Matanza, el resto hará un “delivery” muy puntual. Si le piden la boleta de Patricia Bullrich, la de Javier Milei o la de Larreta la llevarán con la propia. Será más que nunca un voto a pedido. Pero no le sacarán el cuerpo a Sergio Massa. Lo conocen más obsesivo que todos ellos. Y saben que, de irle bien, lo registrará todo para lo que viene. No hay que perder la perspectiva de lo otro que además se juega en esta elección: el posible alumbramiento de nuevos liderazgos que dejen atrás a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri.
“Sí gano, me pongo al frente de la reconstrucción del peronismo” alega uno de los intendentes que tiene la batalla interna más caliente del Gran Buenos Aires. La mirada se posa, indefectiblemente, sobre el municipio de Hurlingham. Allí, las encuestas muestran que el intendente Juan Zabaleta corre con ventaja frente al candidato de La Cámpora Damián Selci. “La Cámpora no tiene buena prensa en la gente. Te da un piso pero te pone un techo”, argumentan los conocedores del termómetro barrial. El despliegue de recursos que hace la organización liderada por Máximo Kirchner es colosal. En La Matanza, esas mismas encuestas que observan tanto Massa como Cristina de Kirchner le dan ventaja al Intendente Fernando Espinoza. La gran incógnita está en Tigre. Si la guía es el mismo encuestador de las anteriores, Malena Galmarini sería la ganadora. En las oficinas de Julio Zamora sostienen lo contrario.
Así como Sergio Massa cree tener votos silenciosos en sectores pymes, comerciales y empresariales, Horacio Rodriguez Larreta piensa lo mismo. “El que vota a Horacio lo piensa mucho, el voto a Bullrich es más impulsivo”,explica un sociólogo que prefiere no publicar su nombre. Es la gran incógnita que se cierne por estas horas: si, al final del camino predominará el centro y no los extremos. Ante la duda, nadie quiere quedar mal parado. Y el festival de combinaciones ya se ha iniciado. Sino, los invito a darse una vuelta por el apasionante mundo del conurbano bonaerense. Allí, donde se definirá, una vez más, la elección nacional.