“La cuarentena no existe más” sentenció Alberto Fernández para explicar algo que ya venía ocurriendo, en el conurbano, mucho antes que esboce sus palabras. La profundización de las tensiones políticas entre oficialísimo y oposición sirven ahora de catalizador para que los intendentes se muevan con mayor independencia de las decisiones que adopten la Nación y la Provincia en materia de administrar los permisos para abrir o cerrar actividades. Esa etapa parece superada en el mismo momento que los contagios se mantienen en altos niveles. Se hace interesante pues, observar el comportamiento de algunos intendentes, quienes desde sus distritos avanzaron con un ritmo diferente. Por lo general, ello se encuentra en los jefes comunales de Cambiemos, menos presionados a tener que mostrar concordancia con los pronósticos letales de los funcionarios de Axel Kicillof.
El caso de San Miguel vale la pena mirarlo con detenimiento. Su intendente, Jaime Méndez, a quien se lo enrola en Juntos por el Cambio – justo es decir que nunca ha manifestado no pertenecer a ese espacio – aplica la misma habilidad que en el fútbol, se desmarca con cierta facilidad. Por ello, en su distrito se han liberado una serie de actividades mucho antes que en la ciudad de Buenos Aires y comunas aledañas. Los bares y restaurantes hace 15 días que tienen sus mesas afuera, los gimnasios abrieron sus puertas, y recientemente se habilitaron los oficios religiosos. Son algunos de los casos más notorios. Además, se avanzó en la creación de espacios sobre las arterias para expandir las veredas a los fines de darle más chances a la gastronomía de poder sumar mesas al aire libre. Un estilo similar al que ya rige, desde hace años, en la calle Guemes de Mar del Plata.
Las movidas de Jaime Méndez no están exentas de un objetivo más profundo: la identidad de San Miguel. El jefe comunal actúa como si estuviera enrolado en un vecinalismo. Quizá se trate de la avanzada de una opción electoral que pueda representar todo ello. Esa construcción identitaria tiene otros eslabones que preceden a la pandemia. Por caso, la defensa irrestricta a las “dos vidas” donde se consagró al Estado local bajo la bandera celeste, aún habiendo votantes propios que piensan lo contrario en el tema del aborto. O, en otro aspecto, la orientación de las Fiestas Patronales, cuyo sello es el folklore en un distrito que también puede escuchar cumbia. Esta descripción es sólo una descripción. No se trata de un juicio de valor.
El camino de Jaime Méndez no es unipersonal. Tiene el sello que quien conduce la política del distrito, Joaquin De La Torre. Será él quien, en definitiva, tenga la última palabra de cuál será la desembocadura electoral de este proceso que ya no es sólo cuestión de gestión municipal sino de algo más profundo: la concreción de la cultura “sanmiguelina”.
Como toda idea que añore el enclave de rasgos distintivos consolidados por años, no esta exenta de contradicciones en el camino de su concreción. Incluso de tensiones internas.
Algunas ya han comenzado a aflorar dentro del propio oficialismo donde un grupo de dirigentes bajo la bandera “Vanguardia Peronista” comenzaron a expresar disidencia en el rumbo que se pretende consolidar. Es quizá, la primera expresión que vale la pena seguir de cerca porque se trata de una linea interna no dispuesta a romper e irse. Sino a cuestionar desde adentro desde el alineamiento electoral hasta la matriz ideológica de la doctrina que informa la gestión. Lo que sucede afuera ya es sabido: una oposición que se mueve en el tablero donde las fichas las acomoda el propio De La Torre. El tiempo dirá qué camino es el que prevalece.
Sebastián Dumont