Aún sin poder contabilizar los daños producidos por el efecto de la fiesta en Olivos, el oficialismo decidió cerrar filas sobre su mayor fortaleza: la unidad. Y, al mismo tiempo, abandonar la idea de ir en búsqueda del votante “decepcionado” que suele fluctuar, sin identificación partidaria, a ambos lado de la grieta. Un repaso por las últimas elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, muestran que no hay cambios significativos en los resultados de quienes quedan por afuera de la polarización entre el primero y el segundo. Su promedio es de 1,5 millones de votos. Con esos guarismos, la representación legislativa significa entre 4 y 5 diputados nacionales. ¿Dónde terminarán esos sufragios? Es la incógnita más significativa que aparece en el horizonte electoral junto con una aseveración que crece con mucha fuerza en la dirigencia política: el nivel de asistencia a las urnas que habrá en las PASO será bajo.
La palabra del presidente Alberto Fernández ha quedado más devaluada que el propio peso argentino, cuyo destino podría ser similar dependiendo el resultado de las elecciones. Para ambos, jefe de Estado y moneda Argentina, el futuro le depara mayor nivel de devaluación. Ahora, esta imagen lesionada de Fernández hace caer el principal activo con el que contaba cuando fue elegido por Cristina Kirchner para encabezar la fórmula. Se trataba de poder sumar lo que la CFK no lograba. De allí que se popularizó la frase “con Cristina sola no alcanza, sin ella no se puede”. Ahora la ecuación cambió. La aspiración es sellar el núcleo duro apostando una vez más a la vieja receta de confrontar con Mauricio Macri.
La estrategia la inauguró Sergio Massa quien el lunes dijo sobre Alberto Fernández: “Lo vi pedir perdón, como hombre de bien que es, y plantear que había cometido un error. Yo me pregunto cuántas veces escuchamos en boca del gobierno que se fue la palabra ‘perdón’ por endeudar a la Argentina por las próximas diez generaciones”. Esa misma noche, el ex presidente, al que su propio espacio político buscó correrlo de la campaña, reapareció en una entrevista televisiva. Inestimable favor a la estrategia del Frente de Todos.
La ratificación de ese rumbo llegó más tarde con los discursos de Cristina Kirchner junto a Alberto Fernández. Dos veces en menos de 24 horas ratificó el Frente de Todos su unidad bonaerense. Ya habrá tiempo para saldar facturas internas. Lo dejó claro la vicepresidente al pedirle que “ordene lo que hay que ordenar”. Alguna cabeza rodará. Pero no será ahora. La lógica K permite confirmar que nunca un funcionario cae cuando la ola adversa está en su cresta. Pero suceder, sucede. Cada vez que habló o escribió Cristina Kirchner, lo cambios llegaron. Por ahora, vino a sostener a un presidente que había ingresado él mismo en la lógica de los técnicos de fútbol. Su debilidad radica en las veces que tiene que ser ratificado.
La decepción y preocupación se apoderó de los jefes territoriales quienes, en las primeras horas tras el escándalo de Olivos, cruzaron mensajes al mismo tiempo que limitaron sus apariciones. Nadie estaba dispuesto a responder cuestionamientos ajenos, pero que los impacta, como a toda la sociedad política. Ruegan por la demora de la tercera ola de Covid que obligaría a restringir actividades pero ahora sin ninguna autoridad para poder imponerlo. Y no por culpa de ellos. Los intendentes tienen, en su mayoría, mejores números en imagen que el propio Presidente y el Gobernador. Ellos sostienen que la campaña se sostendrá de abajo hacia arriba. Será un activo a poner sobre la mesa en una discusión que no se termina de cerrar y es la imposibilidad de la reelección para los alcaldes en 2023.
Hay una pregunta que inquieta a la dirigencia política en distintos niveles. ¿Qué pasa si no voto? Eso hace presumir que la asistencia en las Primarias, siempre más bajo que en las generales, sería muy bajo. El fin de semana pasado Salta ya fue una muestra. Cuando la concurrencia a las urnas es menor, suelen verse favorecidos los oficialismos. Los aparatos juegan.
Otro de los interrogantes es cómo se comportará el voto joven. Aquellos que se suman al padrón, suelen ser decisivos. Las elecciones se ganan sumando votos, pero también contándolos. Es el gran deficit que suelen tener las fuerzas minoritarias. En la provincia de Buenos Aires, salvo el oficialismo, el resto tiene dificultades para lograr los fiscales necesarios. Un dato no puede ser pasado por alto. La expectativa que había generado Juntos por el Cambio en 2015 les generó una avalancha de fiscales voluntarios. Eso ya no está. Para tomar sólo un ejemplo, en un distrito del conurbano, a esta altura tenían al menos 200 inscriptos para controlar las urnas. Hoy sólo 14. Una muestra más de la apatía que genera la representación política actual. La carencia de movilizar una idea de futuro.
Sobre ese punto es que aspira Facundo Manes a construir su “épica”. Dejar de hablar del pasado y concentrarse en la “agenda del Siglo XXI”. Pero aún su campaña es incipiente. “No arranca”, comentan dirigentes experimentados. Lo ven desde la prisma de la política tradicional. La misma que calcula un triunfo de Diego Santilli en la interna. Pero no arriesgan diferencias. En términos objetivos, lo nuevo de esta elección en la provincia es Manes. En la ciudad de Buenos Aires, Javier Milei. ¿Quién se quedará con el voto rebeldía? Por ahora, especulaciones en encuestas que evidencian un alto porcentaje de indecisos.
Pormenores de esa contienda se infiltran en las realidades territoriales. Por aquello que la intención de voto hay que plasmarla luego en las urnas. Los intendentes peronistas se aprestan a cuidarle la boleta a José Luis Espert para neutralizar votos que puedan terminar en Juntos. La puja allí encuentra particularidades interesantes. Mientras que a Manes lo apoya el radicalismo provincial, hay distritos donde eso no sucede. Por caso, en Hurlingham y Escobar, por mencionar dos casos, los integrantes del comité local juegan con Santilli. Estos acuerdos se expondrían en los próximos días con una foto conjunta que construye el presidente del bloque de senadores de Juntos por el Cambio, Roberto Costa. Ya dio una muestra en su distrito donde encabeza la lista de concejales. Cuando recibió a Diego Santilli, se reunió con el titular de la UCR local, Miguel Benitez.
Lo concreto hasta aquí es el nivel de decadencia Argentina que llega a todos los ámbitos. Hasta las movilizaciones y piquetes evidencian esa lógica. Mientras en la crisis del 2001 se cortaban rutas para pedir empleo, hoy la máxima petición es tener un plan social. Síntomas de un país enfermo, al que le aplican siempre el mismo remedio. Los resultados están a la vista.