El resultado, aún incierto de la pandemia en la Argentina, quizá alumbre un nuevo tiempo político donde hasta se imaginan la construcción de una “novedosa transversalidad”, aquella presunción de tres semanas atrás en este mismo espacio hoy cobra un mayor sentido en virtud de las ultimas acciones que viene llevando adelante el Presidente de la Nación. Su manera de relacionarse políticamente lleva a generar no sólo tensiones en el propio oficialismo sino también, y sobre todo, en las filas de Cambiemos. Mientras tanto, el Gran Buenos Aires resiste cada vez menos el aislamiento ante la falta de ingresos que permitan el sustento diario.
A comienzos de la semana, la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal encabezó una teleconferencia con legisladores de Cambiemos. La legislatura está virtualmente parada y Axel Kicillof gobierna con las herramientas que le ofrece la emergencia decretada, incluso, antes de la irrupción del coronavirus. De todos modos, más allá que haya trascendido el pedido de Vidal para que se apoyen las medidas que toma el gobierno en estos tiempos, surgieron algunas controversias internas. Una de ellas está vinculada a la elección de los interlocutores ante el oficialismo. Al parecer ellos habrían sido elegidos por el espacio gobernante y no por Cambiemos. La medida no cayó bien y provocó cuestionamientos internos.
De hecho, el gobernador Axel Kicillof recibió una delegación de jefes comunales opositores donde en la nómina no estuvo ninguno de los que suelen ir a la quinta de Olivos o mantener dialogo fluido con el jefe de Estado vía chat. De esta manera, empieza a configurarse un mapa de alcaldes que se mueven más allá de sus pertenencias partidarias. ¿Pensará Alberto Fernández en sumarlos a un proyecto político futuro? Tanto la pregunta como las posibles respuestas asoman como osadas en estos tiempos. Pero no hay que olvidarse las experiencias pasadas, al menos, para inferir cuál podría ser el comportamiento actual y futuro.
Hasta la irrupción de la pandemia, era claro el método que estaba utilizando Alberto Fernández para relacionarse con los jefes comunales del Conurbano. El mismo que utilizó Néstor Kirchner. Es decir, bajar recursos directos a las comuna para lograr apoyo político de los jefes territoriales. Aquello le permitió romper el cerco que había construido Eduardo Duhalde desde sus tiempos como gobernador. Y con un adicional. Mientras “puenteaba” al gobernador de turno, Kirchner les dio oxigeno a organizaciones sociales y espacios políticos distintos para condicionar a los intendentes. Fue el nacimiento del intento, luego archivado, de la primera transversalidad. Protagonistas de aquellos tiempos aseguran que hubo un aporte importante de Alberto Fernandez en convencer al ex presidente de ir por ese camino. Claro, había un elemento central que suele superar a las ideologías. Sobraba plata para repartir. La soja volada y la deuda aún estaba en plena renegociación tras la caída del 2001.
Las últimas declaraciones, sumadas a las acciones, permiten pensar en algo de ello. Un detalle: Alberto Fernández es su propio vocero y la otra figura política que suele hacerlo es el presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa. No hay voces ultra K que salgan con frecuencia a “bancar” las acciones del jefe de Estado. Ahora, Fernández no cuenta con las bondades del “yuyo”, pero activó la máquina de fabricar billetes, que no tiene que compartir con nadie. Por ahora, el auxilio financiero de la provincia a las comunas está en discusión. La Casa Rosada pude suplir esa deficiencia y, de paso, generar nuevas lealtades.
Ese fue uno de los temas que charlaron un grupo de intendentes oficialistas con el gobernador. Se trata de establecer cuál va a ser el criterio a la hora de repartir ayuda financiera. La puja es si será por índice de presupuesto o por indicadores sociales de la realidad en cada comuna. En cualquiera de los casos algunos ganarán y otros perderán. Recién la semana pasada comenzó a llegar a las secretarias de hacienda una nota modelo para completar y solicitar ayuda al Ministerio de Economía bonaerense para pagar los sueldos de abril. En estos días, la Ministra de Gobierno María Teresa García dejó en claro lo que se dice en vos baja desde hace tiempo. Los intendentes piden siempre pero muchas comunas tienen espalda para aguantar. La unidad de los argentinos que la pandemia parece lograr en otros ámbitos de la vida cotidiana no parece llegar aún a las relaciones políticas bonaerense.
Sobran las picardías.
Días atrás circuló un video donde se lo escuchaba a Kicillof decir “pongan cara de coronavirus” cuando se disponía a tomarse una foto sin respetar la distancia entre personas. Lo curioso, o no tanto, es que las imágenes se hayan disparado desde cuentas que estarían vinculadas a jefes comunales de su propio espacio. Es cierto que aquello sucedió cuando aún no había sido decretada la cuarentena obligatoria. Tomó estado público ahora, casi un mes después.
Otra pedido de los intendentes del conurbano es la de endurecer el aislamiento en sus distritos y evaluar la manera de, muy lentamente, ir abriendo algunos actividades. La prioridad es que no explote la pandemia porque el sistema de salud podría colapsar. Aún no se calibran con exactitud que podría ser peor en las barridas. Si una enfermedad desatada o la desesperación por no tener un peso en el bolsillo.
Por ahora, la ayuda social arriba con mayor agilidad a los sectores más humildes por la simple razón que muchos de ellos estaban de antes enrolados en otro tipo de asistencia. Todo es más lento en las capas medias que aún esperan. Allí la desesperación se notó mucho más esta semana. Hubo comerciantes que salieron a abrir sus negocios aunque no formen parte las actividades esenciales. Todavía prima, en muchos de ellos, el sentido de la responsabilidad por afrontar sus compromisos además de la necesidad de comer.
De lo que suceda en el conurbano dependerá la suerte política del gobierno y el proyecto que pueda tener en mente Alberto Fernández. Allí ganó las elecciones. Allí podría potenciar su imagen. Allí podría encontrar la barrera de sus proyecciones. Todo dependerá de un delgado equilibrio que aún no está claro si encuentra la muñeca política para lograrlo.