Por Sebastián Dumont – Periodista
Los efectivos de gendarmería recorriendo los mayoristas del mercado paralelo del dólar. El arribo de la divisa norteamericana a los 1000 pesos, a pesar de tratarse de un mercado chico en volumen, disparó una serie de interrogantes sobre los efectos colaterales que podrían existir en torno a la sensibilidad social que se vive en los barrios del Gran Buenos Aires. Los saqueos de meses atrás podrían haber sido sólo una muestra de lo que vendría en la Argentina si la crisis se espiraliza a menos de dos semanas de las elecciones con el agravante de la incertidumbre sobre qué sucedería con la economía tras el 22 y, sobre todo si hay o no segunda vuelta dependiendo los protagonistas que la conformen. Sería un combo muy complejo de controlar, aún por quienes tienen el control del territorio, donde ya no existen más los monopolios de un “barón” con el poder “omnipresente”.
A esos jefes les preocupa la cotización del dólar por una razón fundamental: la posibilidad que se frenen las ventas y se acelere el desabastecimiento. El punto culmine es si no se consigue comida, por las razones que fueren. O porque se haga imposible comprarla por el aumento o que, directamente no haya. Las góndolas de las almacenes de barrio ya son una muestra cabal de esa situación. El aumento del reparto de comida en bolsones por parte de las municipalidades se ha acentuado previendo una complicación del panorama.
Pero la preocupación se ahondó a partir de la información que les iba llegando a muchos de ellos en relación a que empresas alimenticias habían recibido la notificación informal que sus proveedores de materia prima habían decido suspender las entregas hasta tanto se estabilice la situación. No hace falta realizar un profundo análisis para darse cuenta de como funciona ese combo. Es más, el miércoles había trascendido que una importante marca, con mucha inserción popular incluso ligada al oficialismo, había parado su producción de alimentos. “El dinero es lo más cobarde que hay”, suele decir un experimentado caminador de las calles bonaerenses.
La reacción de Sergio Massa es entendible. Los movimientos del tipo de cambio lo primero que horadan es a su candidatura. Por eso, apuntó a qué meterá presos a los “cuatro o cinco” vivos que arbitran en el mercado informal del dólar para generar estas corridas. Como sí nada tuvieran que ver las múltiples medidas que se vienen acumulando para aumentar el gasto y sólo financiarlo con emisión. Así como se le pide que se se subestime a la gente a la hora de seducirla para que vote a tal o cual fuerza política, tampoco deberían hacerlo con aquellos que viven en carne propia la inflación, y tratan de preservar sus menguados ingresos de la manera más popular que conocen: comprando dólares.
Recorrer por estas horas las casas de cambio informales en el Gran Buenos Aires es encontrarse con largas filas a la espera de poder comprar apenas unos dólares. A esas personas, no le hace falta que Javier Milei o cualquiera les tenga que decir que no renueven sus plazos fijos porque el peso es “excremento”. Apenas llegan a fin de mes y poco pueden pensar en grandes maniobras financieras. Donde sí, claramente ha tenido impacto la diatriba del economista libertario es con el tema de la dolarización. Hoy, es muy común, encontrar en diversos negocios del Gran Buenos Aires carteles con los precios expresados en dólares. Hay un rubro que ha tenido fuerte crecimiento en los últimos años y son las “barberías”. En muchas de ellas se ofrecen servicios de corte de cabello y barba por U$S 4 dólares blue.
Los efectos del escándalo Martín Insaurralde ya parecen disiparse de la primera plana de los medios de comunicación, pero aún es un incógnita cuál será su alcance real en las urnas. Aunque se intente desde el oficialismo bonaerense dejarlo de lado con acciones de campaña como la caravana que se efectuó el fin de semana pasado. En un clara señal de cómo están las cosas. El proselitismo que arrancó en el distrito de Berisso y terminó en La Matanza, evitó hacer una parada por Lomas de Zamora. Es un fierro caliente que irradia todo tipo de teorías maquiavélicas. La última ubica a Máximo Kirchner muy ligado a Insaurralde, como el beneficiario y hasta impulsor de la caída en desgracia del lomense. En ciertas mesas del conurbano se sostiene que, correrlo de la escena a Insaurralde le daría a La Cámpora la posibilidad del control político de Lomas de Zamora, el segundo distrito en importancia del GBA. ¿De qué manera? Si gana Federico Otermín, su esposa es Daniela Vilar, actual secretaria de medio ambiente de la provincia e integrante de la agrupación que lidera el hijo de la vicepresidente. Habladurías en tiempos de campaña donde nacen muchos padres de la criatura sólo con la intención de mostrarse como los mas “vivos” de la cuadra.
La colección de comunas en donde puedan influir de manera directa los integrantes de La Cámpora es clave ante la puja que se avecina sin Axel Kicillof logra retener el gobierno provincial. El caso Insaurralde le serviría para despojarse de esa intervención apadrinada con los camporistas que buscarán extenderse en distritos como Hurlingham después de haber ganado las PASO. De todas maneras, no la tendrán sencilla allí. Todos los sectores de Unión por la Patria que no militan en la agrupación están haciendo campaña sólo para militar la boleta de Sergio Massa y la de Axel Kicillof. Convocan al corte local. Síntomas de las antinomias que han recolectado a lo largo de los años donde las mieles del poder les generó la sensación que atropellos no tendrían la mínima consecuencia. Esa lógica se vio expresada hasta en los afiches de la campaña del candidato a intendente Damián Scelci que ha recibido una carta documento de una mujer jubilada con un apellido muy trascendente: Juana Dominga Bergoglio. Ella pide que la quiten de las fotos que empapelan en distrito porque nunca dio su consentimiento para estar en ellas. No sólo la señora quiere que la saquen porque no dio el visto bueno, sino porque tema por su seguridad y represalias políticas. Al momento, los carteles siguen en su lugar.
Lo que reina en los territorios es el desconcierto. Como pocas veces antes, la incertidumbre se ha apoderado de quienes antes podían escudriñar el pulso de sus vecinos con mayores exactitudes. Se vislumbra, sí, que será más común la continuidad que la interrupción de los gobiernos locales en cuanto a las fuerzas políticas que gobiernan en la actualidad. Puede haber alguna sorpresa, pero será excepcional. Por eso, hay que prestarle atención a esos movimientos que se están dando en la configuración del poder que viene en el Conurbano. Si la crisis social se acelera será muy importante el mapa del poder en el GBA para determinar el nivel de contención.
Por eso, creen muchos intendentes que, la segunda vuelta el 19 de noviembre, sería una porción adicional al oxigeno que les queda en el tubo. Si hubiera ganador en primera vuelta, y ese Javier Milei, asoma tamaño desbande que se hace poco imaginable la manera de llegar a fin de año sin severas complicaciones. Y ello arrastraría a muchos alcaldes a contar voto a voto sus elecciones como así también la de Kicillof. De estar Sergio Massa en el balotaje, al menos la campaña atizaría con acciones concretas para evitar una explosión.
En definitiva, ese es el gran objetivo que persigue Massa. Y el mismo le genera desconfianza con los propios intendentes a los que necesita ahora para que no le corten la boleta. A ellos les hace llegar todas las encuestas que lo dan en esa condición. Hasta alguna lo única primero con Patricia Bullrich recuperando terreno y Milei estancado. De todas maneras, a esta altura, nadie es inocente y cada intendente recoge con mayor exactitud lo que pasa en sus barrios. Aquí es donde vuelve a predominar el mismo sentimiento que asomó en la encuesta del debate: el enojo y la bronca se destacan por encima del resto. Incógnitas sobre el comportamiento de ese sentimiento a la hora de votar, sumado a cuánto puede influir el miedo.
Por las dudas, intendentes preparan sus operativos permanencia. No le cuidarán la boleta a Javier Milei, pero tampoco harán que desaparezca del todo. Atentos a ello, militantes de la Libertad Avanza armaron una campaña en la que piden que sus votantes lleven dos boletas al cuarto oscuro. Una para ponerla en el sobre y la otra para dejarla en la mesa ante la duda que puedan ser escondidas o robadas.