Por Sebastián Dumont – Periodista
Como cada elección es un juego de expectativas, este caso no fue diferente. Así como en las PASO la mayoría de los pronósticos aventuraban que Javier Milei iba a quedar en tercer lugar y culminó primero, la sorpresa disparó un estado de ánimo tal que llevó a pensar hasta podría arrasar y ganar en primera vuelta. Con Sergio Massa ahora sucede algo similar. Casi ninguna encuesta lo ubicaba primero y, entonces, hoy el clima se asemeja al del caballo que corre de atrás y entra en la recta final con el ímpetu de ganar la carrera. Al igual que en 2019, para el peronismo bajo la sigla que sea, la clave que explica el resultado es la performance del Gran Buenos Aires. La consolidación de ser un partido político, básicamente, del conurbano.
El resultado de las PASO le permitió al oficialismo encarar una campaña destinada a ir en la búsqueda del votante de Javier Milei que el propio peronismo había perdido en los sectores que históricamente lo acompañaron. Fue así como la sorpresa de agosto estuvo afincada en darse cuenta que la elección de Javier Milei había horadado, en el GBA, la base electoral de peronismo más que la de Juntos por el Cambio. Recuperar ese electorado fue la tarea que se basó en ciertas cuestiones muy puntuales: ajustar la fiscalización que había sido muy laxa en relación a la libertad avanza; tomar medidas de corto y mediano plazo para recuperar el poder adquisitivo de los salario castigados por la inflación e instrumentar profesionalismo a la hora de comunicar las consecuencias que provocarían en los flacos bolsillos si encima venía alguien que ajustaba y recortaba aún más. Es decir, hacer política.
El caso emblemático fue la difusión en la semana previa del costo de los pasajes en el transporte público si ganaba Javier Milei o Patricia Bullrich. Eso estuvo destinado sólo a los electores del AMBA. Y, por lo visto, dio resultado. Pero no fue el único caso. Sin dudas, de los anuncios más relevantes de Massa la eliminación por ley del impuesto a las ganancias en la cuarta categoría habrá jugado su rol.
Para el entorno de Massa, el resultado no fue una sorpresa. En las horas previas, la consultara Inteligencia Analítica que maneja su cuñado Sebastián Galmarini y que dirige Marcelo Escolar, habían detectado que llegaría al 36 por ciento de los votos e iría al balotaje con Javier Milei. Fue lo que sucedió a pesar que varios de los que accedieron a ese trabajo no terminaban de creer. Y es lógico. Con la inflación corriendo a dos dígitos mensuales en los dos últimos informes, más el estallido de casos como el de Martín Insaurralde, hacia dudar hasta el más convencido. Pero primó el corto plazo y el temor a perder lo poco que quedaba.
Así como Alberto Fernández ganó en 2019 porque el conurbano le aportó 1,5 millones de votos de los 2 millones que lo diferenciaron de Macri, sucedió algo similar con Massa ahora. El Gran Buenos Aires se convirtió en su sostén principal que es donde apuntaron las medidas económicas de mayor impacto que tomó durante la campaña. Con claridad, para Sergio Massa fue un activo su permanencia en el palacio de hacienda mientras era candidato.
En números provisorios, Sergio Massa obtuvo en la primera sección electoral que abarca el norte y oeste del GBA, el 43,3% (1.507.235) frente al 25,4 (884.650) de Javier Milei y el 24,1% (839.484) de Patricia Bullrich. En la tercera sección, que abarca distritos como Lomas de Zamora o La Matanza, Massa arrasó con el 49,9 % (1.729.564), Javier Milei 23,2% (803.778) y Patricia Bullrich logró el 19,6% (679.505). Pero además, como dato distintivo, Massa ganó en secciones del interior como en la segunda, cuarta, quinta, séptima y en la octava (La Plata). Es decir, Massa ganó en toda la provincia de Buenos Aires salvo en una sola sección electoral.
Para que se entienda con más notoriedad, Massa aventajó a Javier Milei en todo el país por 1.761.647 votos de los cuales 1.691.055 se los aportó la provincia de Buenos Aires. Y puntualmente el conurbano puso 1.548.371 de esa diferencia. Se entiende con claridad porque el peronismo se ha convertido, básicamente, en un partido del GBA.
El triunfo de Axel Kicillof también estuvo apalancado por la misma lógica. Si bien obtuvo un porcentaje levemente superior al de Massa el mismo puede entenderse, en parte, porque en la categoría a presidente el padrón de extranjeros no votan y sí lo hacen para gobernador e intendentes. No se evidenció una maniobra masiva de corte de boletas como se presagiaba en ciertos distritos.
El poder territorial de los jefes comunales se notó. Tal cual se ha venido adelantando en este mismo sitio, no iba a haber cambios notorios de color político en los distritos. Las pocas comunas que cambiarán de manos sufrieron las consecuencias de haber estado en la lista de Juntos por el Cambio. El más fuerte fue el de Lanús donde la lista de Néstor Grindetti pierde en su propio distrito siendo él candidato a gobernador. Y ganó Julián Alvarez, ligado a La Cámpora.
La buena elección del peronismo en Buenos Aires no sólo ratificó a los intendentes que habían hecho una PASO cómoda, sino que le permitió a quienes habían quedado más apretados como Ituzaingó y Morón retener sus comunas.
Sí habrá que mirar cómo se reagrupa el oficialismo en torno a los jefes comunales y su vínculo con Massa y Kicillof. El domingo a la noche fue sintomático que en los festejos del gobernador sólo subiera al escenario Fernando Espinoza quien viene de renovar en La Matanza. Sabida es su tensión con Martín Insaurralde, que además de retener Lomas vía Federico Otermín, debe sostener el entramado de poder que ahora querrán discutirle en el manejo de diversos resortes. Además, todos los intendentes que de alguna manera se vinculaban en ese eje hicieron muy buenas elecciones. A saber, Leonardo Nardini en Malvinas (60%), Ariel Sujarchuk en Escobar (52%), Federico Achaval en Pilar (57%), Mariano Cascallares en Almirante Brown (54%) y Nicolas Mantegazza, el alcalde de San Vicente que logró un porcentaje muy alto, el 66% de los votos.
En tanto, históricos jefes comunales como Mario Ishii, al margen de la continuidad ratificó su liderazgo con más del 50% y pasara a convertirse en el alcalde con mayor permanencia del conurbano a partir del 10 de diciembre ya que Alberto Descalzo en Ituzaingó y Alejandro Granados en Ezeiza dejan las comunas en manos de sus respectivos hijos.
La ola negativa de Juntos por el Cambio fue resistida por Jaime Méndez en San Miguel que reelijo con casi el 50 por ciento de los votos y una diferencia de 20 sobre Patricia Bullrich que era la candidata que apoyaba, reafirmando que el oficialismo local se convirtió en un vecinalismo que cada dos años elija a que fuerza politica nacional y provincial apoyar. Y también hay que mirar el caso de Diego Valenzuela, quien retiene Tres de Febrero por amplio margen y un corte de boleta a su favor.
En San Isidro, previsible triunfo de Ramón Lanús luego de haber corrido a Gustavo Posse en las PASO, como de Soledad Martínez en Vicente López. El corredor norte lo completaron la permanencia de Juan Andreotti en San Fernando y Julio Zamora en Tigre. Mientras que San Martín no cambió de manos y seguirá gobernado por Fernando Moreira.
Sorprende sí la elección del peronismo en el interior donde logra capturar distritos de matriz agropecuaria e incluso ahora habrá intendentes de La Cámpora en Olavarria y Bahía Blanca. La agrupación referenciada en Máximo Kirchner tuvo una buena cosecha además de sostener Quilmes, y sumar Hurlingham en el GBA. Ganaron en Suipacha, Mercedes, Colón, Carmen de Areco, Brandsen, Rosales, y Azul.
Habrá que prestarle atención en este reseteo de la política como se irán acomodando las fichas porque, mucho de los alcaldes tendrán que iniciar su último mandato por ley y buscarán construir hacia arriba. Hoy la espuma está en alza. Ya habrá tiempo para nuevas tensiones.