Por Sebastián Dumont – Periodista
“El dólar blue es un mercado pequeño, no es relevante”. La frase se repite en cada oportunidad donde el mercado se altera como ha sucedido esta semana. El intento de quitarle trascendencia a la cotización informal contrasta con las acciones que buscan enfriar ese mercado. Tiene un impacto importante en el ánimo, más allá del golpe real que pueda significar en la cadena de precios o coberturas de comercios ante la incertidumbre. Transcurrir un par de horas en una de las tantas – cada vez hay más-“cuevas” del Gran Buenos Aires es un ejercicio interesante como metáfora descriptiva del nivel de nerviosismo e incertidumbre por el que transita la Argentina. En este clima se espera la palabra de Cristina Kirchner, mientras en los territorios avanzan las campañas “municipalizadas”.
Un día para los operadores informales del dólar arranca a las diez y media de la mañana. Cuando llegan a sus oficinas ya reciben la primera cotización vía whats app que le envían los “corredores”, que son los nexos entre las cuevas y las mesas que operan este mercado desde la ciudad de Buenos Aires. Allí se fija el primer precio de referencia. El martes, el día más agitado de la semana, la cotización variaba como en los ratings de ibope, minuto a minuto. Eso provocaba momentos de nerviosismo, tensión y hasta de violencia con los primeros “clientes” que corren a cubrirse. Aunque más no sea comprando 100 dólares.
“Quiero comprar, cuánto vale”, pregunta una mujer en ventanilla. “480 ahora”, le contestan y se enoja: “pero si en la radio escuché que vale 472”. Pega un portazo y se va ofuscada. Cree que la quieren estafar. La escena se va a repetir varias veces y motiva la queja de los vendedores de dólares que muestra en su teléfono celular la ultima cotización que le pasa su proveedor. Sube y baja de manera constante. Llega otro cliente y le piden cinco pesos más de lo que oferta los corredores. ¿Por qué? “Porque me tengo que cubrir, en estos días así, puedo quedar descalzado en un ratito”, nos relata Mario, que opera una cueva hace casi 20 años y conoce casi todos los secretos del negocio. Al rato, dice: “Viste, tenía razón, me acaban de pasar la última cotización ya subió 10 pesos”.
“Lo que dicen los medios nos perjudican. La gente cree que queremos venderles más caro porque se guían por esos datos, pero el mercado va más rápido”, agrega Mario que recibe insultos varias veces al día. A una “cueva” suele llegarse por el famoso boca a boca que en tiempos modernos se ha reconvertido en cadenas de mensajes. Salvo en la calle Florida, en el conurbano no existen los “arbolitos” que gritan “cambio, cambio”.
Ya en miércoles, luego de la intervención anunciada por el Ministerio de Economía y el banco Central sobre los dólares financieros, la rueda comenzó con una baja pronunciada en la cotización informal. En un momento del día, llegó un mensaje: “No vendemos hasta que no se aclare la situación en el edificio Safico, hay oficinas trabadas”. ¿Qué es eso? Pregunto. “Es en el micro centro donde funcionan varias oficinas de una ex financiera. Son los famosos proveedores mayoristas”. En su momento, Guillermo Moreno los llamaba por teléfono para advertirles. Ahora la “sugerencia” fue múltiple. Como así también las especulaciones de, si detrás de esta movida, se escondió un objetivo político. Habladurías.
La vorágine que se vive en un día de turbulencia cambiaria en el mercado informal condensa las características de una sociedad crispada, ansiosa, creyente que en la consumación de la compra de un dólar se logra estar algo mejor que un día atrás cuando lo que se esfuma es el poder adquisitivo de los ingresos. Si de estas realidades surge un candidato competitivo en el Frente de Todos será un hecho de análisis muy novedoso.
En el oficialismo no tiran ni tirarán la toalla. Lo resume así un dirigente político con experiencia en esta lides: “Alberto Fernández en el 2019 obtuvo el 40,2% de los votos. El peronismo va a tener 30 puntos seguro, con ese porcentaje y la oposición dividida en partes iguales entre Javier Milei y Juntos por el Cambio está para competir”. Mirada lógica aplicable a partir de experiencias pasadas. El tema es escudriñar si se está ante situación análogas.
Si se observan los meses previos a la finalización de un gobierno, desde el 83 a esta parte, ante las crisis económicas había un espacio político generador de expectativa. En 1989 lo fue Carlos Menem, en 1999 la Alianza prometía honestidad y más convertibilidad; en 2003 tras la crisis y el enojo con la política alumbró al Kirchnerismo favorecido por su escaso nivel de conocimiento en las grandes urbes y apoyado por Eduardo Duhalde. Mauricio Macri encarnó la idea de un cambio y de lo nuevo. Pero ahora, esa situación no asoma con claridad. Las crisis son repetitivas. Al cansancio de lo actual se le interponen candidatos catalizadores de la bronca pero no de la esperanza.
Aquellos que tienen la tarea de defender sus terruños, se mueven con acciones autónomas. Intendentes que realizan actos e inauguraciones ya sin el presidente o el gobernador. Se impone el vecinalismo como método de campaña, aunque luego irán en listas nacionales y provinciales. Faltan casi dos meses para la inscripción de las candidaturas y, salvo aquellos que ya declinaron, los laboratorios electorales funcionan las 24 horas para encontrar la fórmula adecuada. “Cristina tiene que ser candidata a presidente y Sergio (Massa) a gobernador”, analiza un consultor que realiza estudios de opinión a diario. La opción hay asoma como demasiado lejana. El Ministro de Economía quiere ser candidato a Presidente con el apoyo de Cristina.
La histeria política se asemeja a la histeria cambiaria que se vive en una tarde de furia en cualquiera de las cuevas del conurbano. En definitiva, desde lo mínimo a lo máximo, la Argentina suele ser muy lineal en sus comportamientos.