Por Sebastián Dumont – periodista
En la política argentina hay una vieja tradición de separar el poder real de quien ejerce el cargo de Presidente de la Nación. Es más, no es sólo una alteración en lo más alto de las responsabilidades, sino que abundan hasta en los propios municipios donde, muchas veces, un intendente ejerce el cargo pero la conducción o la jefatura política está en manos de otro dirigente. Desde la inmortalizada combinación “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, podríamos encontrar varios ejemplos hasta nuestros días. Esas sociedades políticas que se amalgaman a la luz de las necesidades o conveniencias coyunturales, suelen permanecer o romperse rápidamente, como la de Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde entre 2003 y 2005. A un mes de elecciones, se tejen especulaciones sobre la misma lógica con Javier Milei, quién encabeza todas las preferencias. En mesas del peronismo bonaerense se habla de la nueva “fórmula”: “Milei al gobierno, Massa al poder”. Además, hay intrincados caminos subterráneos que vuelven a unir, en esa lógica, a Sergio Massa con Daniel Scioli. En tanto, Cristina Kirchner reaparecerá el sábado próximo.
La media sanción del proyecto del Ministro de Economía para eliminar el pago del impuesto a las ganancias para la cuarta categoría les dio un nuevo argumento empírico a los detractores de Javier Milei para azuzar con la argumentación del posible pacto “Massa- Milei”. Es verdad que los elementos que los unen son variados y, sobre todo cuando se observan la construcción de las listas en diversos distritos del Gran Buenos Aires. Como también es verdad que, luego de las PASO se iniciaron movimientos sigilosos para desprender a la Libertad Avanza de determinados apoyos que habían tenido por parte de los jefes territoriales. Eso está pasando, básicamente en el norte del país como en el conurbano bonaerense. Un operador que lo cuenta en estricto off de récord reconoce que en la imprenta donde emitieron boletas de su distrito, ayudó a imprimir las papeletas libertarias. Sobran los ejemplos que mantener locales partidarios con fondos de las estructuras municipales. Nada que la “real politik” no conozca y se sirva de esas maniobras.
El problema está en que se partió de una premisa con falencias. El sostenimiento de la candidatura de Javier Milei era, a nivel nacional, con la idea de ponerle un techo a las aspiraciones de Juntos por el Cambio. Siempre se pensó que el economista le quitaba votos mayormente a esa fracción política y no al peronismo. Resultó al revés. Ahora, “godzilla” creció y no encuentran la eficaz manera de pararlo. Cierto es también, que la división de la oposición, aún en el actual escenario que obligó al peronismo a resetear estrategias, le permite al gobernador Axel Kicillof y a muchos intendentes tener reales chances de ganar en sus terruños. Es que ahora la lógica se invirtió: deben procurar que no se caiga Juntos por el Cambio para que no se polarice en las comunas el voto de Unión por la Patria con el de La Libertad Avanza y algún intendente quede afuera.
No en vano, Massa en sus quirúrgicas apariciones por el conurbano bonaerense estuvo esta semana en Moreno e Ituzaingó. En ambos, los intendentes peronistas están amenazados en su continuidad seriamente. En el caso de Moreno es visto como uno de los distritos posibles que podrían ser capturados por la Libertad Avanza con la candidatura de Andrea Vera. Es donde la fuerza política local tiene autonomía financiera y logística propia para bancarse la elección sin depender de ayudas foráneas. Por eso, es un error de interpretación e información decir lo mismo con respecto al candidato de Milei en comuna vecina de Merlo, Eduardo Varela. No tiene ninguna chance de sostenerse por sí mismo. Si hasta acá llegó es porque la logística se la facilitó el propio peronismo. Es más, la insistencia del ex barón Raúl Othacehé de competir con una lista vecinal obedece más a su encono personal con Gustavo Menéndez que lo desplazó que a otra cosa. Si de verdad hubiera jugado a la captura del poder, se tendría que haber corrido y prestarle si apoyo a Varela. Pero eso no sucedió. Por eso son casos muy diferentes el de Merlo con el de Moreno.
En Ituzaingó, el reinado de Alberto Descalzo que ahora busca que sea heredado por su hijo Pablo, estuvo en varias oportunidades en riesgo de caerse. En las PASO de Agosto, la sumatoria de los candidatos de Juntos por el Cambio quedaron arriba de Unión por la Patria. Para la familia que gobierna desde 1995 es imperioso que crezca el candidato local de Javier Milei en detrimento de JXC. Sólo algunos ejemplos de la lógica del GBA donde se dieron números no muy difundidas. Aún en los distritos donde la Libertad Avanza quedó tercera como fuerza política, Javier Milei fue el candidato más votado. En toda la provincia de Buenos Aires pasó lo mismo. Mientras Milei sumó 2.161.679 votos, Sergio Massa cosechó 2.069.920 y Patricia Bullrich 1.448.907. No son datos menores para entender el fenómeno que aún muchos se resisten a comprender.
Otra clave que miran con mucho detenimiento los intendentes es cuánto podría crecer el nivel de participación en las elecciones generales y cuánto les convendría que eso pase. Hay un pregunta recurrente que atraviesa sus análisis y es “¿Si vamos a buscar a la gente a su casa para que nos voten en contra?” La operación de movilizar los aparatos será quirúrgica.
Sergio Massa repite que él no tiene ningún problema con los jefes comunales que suelen cortar las boletas para poder buscar conservar su poder territorial. Se lo dice a ellos en cada ocasión en la que se reúnen. “Yo fui intendente y sé que hay lugares donde cuando la boleta no la quieren no la quieren”. A partir de esa mirada hay un dato inquietante sobre especulaciones que se ciernen en diversas mesas políticas muy bien informadas. La construcción territorial de la candidatura de Javier Milei apalancado por el Frente Renovador de Sergio Massa, sobre todo en el GBA, que esconde detrás. ¿Hay un pacto más profundo si entre ambos llegan a la segunda vuelta? Los dos parecen jugar a eso dejando de costado a Patricia Bullrich. Las versiones son inquietantes y van desde la difusión de elementos muy comprometidos en uno de los candidatos que él mismo estaría sabiendo. “De Milei me encargo yo” dice Massa a quienes le piden que lo acompañen en el esfuerzo de llegar a noviembre. La política se juega en todos los terrenos, sobre todo en los más oscuros.
El Ministro de Economía necesita del balotaje como su principal insumo político para los años que vienen. Entiende que si llega y no gana, consolidará su nítida imagen de ser el opositor con quién sentarse a acordar la gobernabilidad. Sobre ese esquema se librara la próxima batalla de construcción del mapa político argentino. Si perdiera Massa, tendrá que pulsar con los pocos gobernadores peronistas que van quedando en pie. Incluso si Axel Kicillof retiene su gobierno cuatro años más. “Ese es mi candidato para el 2027”, expresó con indudable aceleración un candidato que puja en un distrito de la tercera sección electoral. Con el Kirchnerismo en franca declinación, el albertismo que nunca nació, y el massismo intentado sostenerse, ya hay quienes imaginan la irrupción del “kicillofismo”, empezando por el propio gobernador.
En el ya clásico “ir en auxilio del vencedor”, sorprenden las apuradas reparticiones de cargos cuando aún el partido no terminó de jugarse. Así como se lo identifica a Sergio Massa como arquitecto fundamental para sostener la territorialidad de la Libertad Avanza, también Daniel Scioli ha posado sus pies allí. La presencia de Guillermo Francos en el entorno de Milei abrigó novedades interesantes. Con él están trabajando dos sciolistas de paladar negro: Alberto Pérez y Martín Ferré. Rémoras de los tiempos de la fundación “Acordar”, donde los memoriosos recuerdan la irrupción de un joven economista que solía comparar al kirchnerismo con el Ku Klux KLan. ¿Quién era? Javier Milei.