Si algo quedó demostrado en Argentina una vez más, es que cuando hay un mandato de cambio similar a una gran ola, no hay estructura política que pueda frenarlo. Como mucho intentará con mayor o menor éxito atemperarla. Lograr que los daños sean menores. Sucedió ahora con Javier Milei quién captó de manera transversal la voluntad de modificar el rumbo que anido en la sociedad argentina. Apenas la geografía del conurbano sostuvo las chances del peronismo de continuar en el poder, aunque con un equilibrio tal que deberá llamar a la reflexión de quiénes han quedado en pie al frente de los territorios desde el 10 de diciembre. Hace tiempo que el kirchnerismo/peronismo pasó de ser una movimiento nacional a concentrarse en un partido del Gran Buenos Aires.
Argentina ingresó desde el domingo en una etapa desconocida de su vida política. Desde el 10 de diciembre será gobernada por primera vez por una persona, Javier Milei que no ha experimentado jamás en la función pública – sin dudas ha sido un activo – y además por alguien que es economista. Interesante combinación cuando siempre se dice que la economía es un factor clave para determinar el humor social. Ahora es el tiempo de la aceleración del nuevo mapa de coaliciones que tendrá el país, porque se confirma la desaparición de Juntos por el Cambio que ha moldeado, junto al Frente para la Victoria la oferta electoral de los últimos años en el país. Ahora se habla del PRO como socio de Javier Milei vía Mauricio Macri y Patricia Bullrich y del peronismo que tendrá que encontrar su propia depuración, lo mismo que el radicalismo que ha quedado del lado de Massa más que del nuevo presidente.
De alguna manera, ese reordenamiento tiene un costado pragmático pero también cultural e ideológico al que Javier Milei ayudó con su irrupción fulminante y sus ideas a moldear. El 19/10/22 escribí una nota cuyo título fue: “¿Cambio de época? El efecto de sacarse la mochila y gritar: “Soy de derecha”. Y en los primeros párrafos decía: “En la opinión pública donde los medios de la Capital Federal tienen mayor injerencia, si alguien se define como “de derecha” encuentra un juzgamiento distinto si se define como alguien de»izquierda » o»progre «. Las razones de esta lógica son diversas y requerirían de una nota en sí mismo. Pronunciar palabras como “orden”, “represión” o tan sólo estar en contra de la ideología de género suelen provocar más rechazo que si alguien dice querer hacer la revolución del proletariado, o criticar al imperialismo. Así se ha establecido, al menos hasta ahora.
En el mundo, y particularmente en la Argentina, las cosas han comenzado a dar un giro. Discursos de extrema derecha cosechan adhesiones y logran ganar elecciones. El caso más reciente es el de Georgia Meloni en Italia. El cansancio al resultado de los métodos de la política hasta aquí permiten el crecimiento de figuras sin reparos en gritar: “basta de zurdos”, “no al aborto”, entre otros conceptos asociados, algunos económicos, a la libertad. El exponente más claro de eso en la Argentina de hoy es Javier Milei. Pero no es el único. Se percibe un cambio de época donde otros dirigentes se expresan de manera muy similar sin el temor de ser “masacrados”.
De todas maneras, afirmar que el discurso de Milei es de ultraderecha es caer en una equivocación. En muchas de sus definiciones lo que prima es el sentido común. Se le deberá reconocer a esta experiencia gubernamental en ciernes que llegó diciendo que ajustaría. El cansancio de los ajustados gradualmente explica en gran parte la elección del domingo.
Primeras señales electorales.
Cuando sucedieron las PASO, y la candidatura de Javier Milei sorprendió por ser la más votada en el orden nacional, lo primero que se observó fue su comportamiento en el Gran Buenos Aires. Los jefes territoriales estaban sorprendidos de la performance más allá que muchos de ellos habían colaborado para que pueda estructurar su oferta a los fines de desplazar a los candidatos de Juntos por el Cambio que, además se dividieron en su propia interna entre Bullrich y Larreta.
Aquella vez quedó claro, para preocupación de muchos, que la candidatura de Milei no le había sacado votos solo a Juntos por el Cambio sino que había horadado la estructura del votante histórico del peronismo. En definitiva, la creación comenzaba a volverse preocupante a los fines de la permanencia en el poder del oficialismo.
En ese sentido, en la elección de octubre, donde se jugaban en serio los poderes territoriales los aparatos se movieron distintos. Sumaron mas electores que redundaron en beneficios para los intendentes que permanecieron y por carácter transitivo al propio Massa y Axel Kicillof. Esos electores se quedaron y fueron a votar mayormente en el balotaje. Y además lo hicieron a favor de Massa, pero la sumatoria de los votantes de Juntos por el Cambio terminaron en Javier Milei. De allí que todo haya sido más parejo.
El resultado invita a pensar que los aparatos no han tenido el mismo entusiasmo en moverse como sí en octubre. Hay una parte de la verdad en eso. Pero no termina siendo definitiva. La mayor explicación es que el voto opositor ya estaba plasmado en la división previa que se unifica en el sistema de tercera vuelta que tiene la Argentina.
Para eso hay ejemplos que son muy claros. Tomando distritos de la primera sección y de la tercera sección electoral, vamos a encontrar que los números son muy claros en cuanto a cómo se repartió el voto entre la elección general y el balotaje. No es que los aparatos locales se desentendieron de la situación – si es cierto que no fue con el mismo volumen de acción- pero no había mucho más donde ir a buscar. Se agotó en octubre. La campaña del miedo no movió un solo votante de Patricia Bullrich hacia Massa.
Algunos ejemplos demuestran la teoría. En José C Paz, la tierra gobernada por Mario Ishii, el peronismo sigue siendo desequilibrante. En octubre Massa obtuvo 92.431 votos que subieron a 100.499 en la segunda vuelta, mientras que Javier Milei pasó de 43.166 a 67.356 es decir que capturó la totalidad de los 24.765 que había logrado Patricia Bullrich. La cuenta es casi exacta.
Los números que explican la permanencia del peronismo en el GBA
Se pueden replicar más casos. En La Matanza, Massa pasó de 422.105 a 478.833, mientras que Milei trepó desde los 178.951 a los 303.672. Allí Bullrich había obtenido 131.684. En San Miguel, donde Massa había sido el más votado en octubre y ahora lo fue Milei, el Ministro de Economía pasó de 75.578 a 89.097 mientras que Milei subió a 92.652 desde los 48.338. Patricia Bullrich había logrado 49.453. En Lomas de Zamora, Massa fue de los 195.846 a los 227.514 votos, mientras que Javier Milei se quedó con casi la totalidad de los 53.651 votos de Bullirich, por eso pasó de 85.401 a 160.971.
Como se puede apreciar, las sumas son lineales. Sucedió algo similar en Merlo donde Gustavo Menendez fue de menor a mayor y le garantizó a Massa un piso alto de votos en los momentos decisivos. En dicha tierra la estructura jugó a fondo y Massa trepó de los 161.408 en octubre a los 183.842 del domingo pasado, mientras que Milei fue de 75.188 a 122.827 quedándose con casi la totalidad de los 48.504 de Patricia Bullrich. Incluso en aquellos distritos donde Massa había ganado en Octubre y ahora perdió como Escobar, los pagos de Ariel Sujarchuk,se dio la misma lógica. Massa pasó de 63.308 a 70.177, mientras que Javier Milei fue de 44.742 a 77.235, sumando los 29.676 de Bullrich y algo más.
La geografía del Gran Buenos sostiene al peronismo territorial. La pregunta es hasta cuándo. Ahora con un nuevo desafío de ambas partes. Para los intendentes gobernar en el marco de un ajuste seguro, para Javier Milei, empatizar con esa representación que, criticada o no, demostró mantener peso en las decisiones. Un conurbano levantado no sería una buena noticia para el próximo presidente. Pero hay límites. Y uno de ellos es la capacidad de representación. Javier Milei ha demostrado que puede conectar con la sociedad de manera transversal prescindiendo de las estructuras. Asoma un modelo al estilo Bukele? Es posible. Enorme desafío para la dirigencia tradicional.
Este mapeo le otorga sobre vida política a Cristina Kirchner quien podría arrogarse la representación también de un tercio del electorado. La derrota de Massa es, en términos de futuro político, una buena noticia para el gobernador Axel Kicillof quien ahora puede encabezar su mandato final en la gobernación con la expectativa de convertirse en la opción más visible de cara al 2027. Es cierto que falta demasiado y muchas alternancias. Pero ya han comenzado a pensar que los efectos de un ajuste muy severo de la economía los devuelva a los primeros planos. Los cálculos pueden ser erróneos si no se incorporan en ellos otros elementos. La irrupción de Javier Milei no es sólo producto de la decadencia de la economía. Encierra un atisbo de movida cultural compuesta por rebeldía, enojo y al mismo tiempo esperanza. Al final, Axel Kicillof tiene razón, ya no es necesario cantar una canción que sepamos todos, sino se trata de componer una nueva.