Por Sebastián Dumont
Conclusiones lógicas de los cambios en el gabinete nacional al comienzo de la semana. Pero sus derivaciones podrían ser aún más amplias de lo ya es un consenso generalizado: el guiño a la política tradicional. La llegada de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete se ha leído, básicamente así. De todas maneras, hay más aristas para seguir de cerca. Sobre todo con los cambios que se van a confirmar en las próximas horas. Y se trata también, de aceitar los lazos con el Conurbano Bonaerense y su estilo de vivir la política, sobre todo, cuando lo que no abunda es la plata y la amenaza de conflictividad social se pone en alerta.
Desde su experiencia por haber atravesado momentos muy complejos al frente de la comuna, como la crisis del 2001, un intendente del Gran Buenos Aires hace un semblante, de este particular momento. Las dudas sobre una explosión social siempre están presentes. Pero es cierto que, por ahora, no hay margen para que eso suceda. En su distrito la mayoría de su población está por debajo de la línea de la pobreza. Y sostiene que, aún en el ajuste, hay todavía un margen para apoyar a Milei, pero que la mecha se va acortando. De todas maneras, descarta conflictos sociales inminentes. “No hay quien los esté impulsando”,
Eso sí, pone mucha atención en tratar de mantener el ánimo de su población lo más arriba posible. Si además de no haber plata, ni siquiera hay esperanza, el combo es letal. Y recuerda que ambas características se juntaron en la crisis del 2001.
El mismo diagnóstico se repite en diversos despachos municipales. Esto mismo es observado por los intendentes quienes ven en la paralización de la obra pública la caída de puestos de trabajo y el posible cierre de empresas constructoras. Algunas de ellas empezaron a vender sus máquinas. Además de poder erosionar una fuente genuina de financiamiento político y de rédito para sus propias gestiones, entienden las consecuencias sociales que esto tiene en la población que gobiernan. El aumento de pedido de comida se ha multiplicado.
Habrá que ver si, dentro de la lógica del gobierno, aparece la visión de una oportunidad muy trascedente en el conflicto que ya es bandera para Javier Milei: el desarme de las estructuras clientelares que manejaron el reparto de la comida en todos estos años. Son las organizaciones sociales que crecieron a la luz del kirchnerismo pero que, se han multiplicado en el gobierno de Alberto Fernández con una atomización propia de la ingobernabilidad.
Hasta la propia Cristina Kirchner se ha encargado de enviar a voceros suyos para aclarar que ella nunca estuvo de acuerdo con aumentar de tal forma las organizaciones sociales. Es otra de las críticas que le hace a Alberto Fernández. Ella está convencida que Fernández fue convencido que de esa manera iba a cosechar la territorialidad que nunca tuvo y que, para el peronismo, es un condición necesaria si se pretende ser tomado en serio para conducir un proceso político.
¿Por qué es una oportunidad para el gobierno? Porque podría retomar el contacto directo, sin intermediarios, con los intendentes del peronismo que predominan en el Conurbano Bonaerense. La mayoría de ellos está deseoso de encontrar interlocutores para validar sus exigencias a cambio de gobernabilidad. El Presidente Javier Milei ha llegado a la Casa Rosada contradiciendo estas lógicas. Pero en el arte de gobernar, está claro que tomó nota. La definición de Guillermo Francos a pocas horas de haber desplazado a Nicolás Posse fue muy gráfica: “Al Presidente se le hace complicada la política argentina porque no la entiende”.
Será clave, para guisarse en este mapa, observar los cambios que se van a dar a conocer en los próximos días en áreas muy sensibles. Una de ellas es la AFI (Agencia Federal de Inteligencia), donde además de buscar alguien con perfil ligado a los temas sensibles que abarcan a este área tan expuesta a las fantasías de todo tipo, podría recalar en ella un conocedor que a la perfección de cómo se respira la politica en el Gran Buenos Aires.
Señales para un momento muy particular. La combinación del ajuste con la esperanza que Javier Milei será quien resuelva años de frustraciones, ha dinamitado la morfología de la coaliciones políticas multiplicando sus internas.
El más reciente episodio se dio en el PRO que voló por los aires con la fractura que decantó hacia abajo en la pelea entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Y retumbó en la renuncia masiva de la estructura partidaria en la provincia de Buenos Aires. Aquí se ve qué sector ha quedado más descolado en relación a lo que pretendían representar en la sociedad y no les dio la talla. Ahora tendrán que repartirse en definir si son parte de la Libertad Avanza o socios. Diferencia para nada sutil.
El peronismo también se trae las suyas. Expuestas con mucha virulencia y, sobre todo, con elucubraciones muy oscuras de las razones por las cuales han salido a la luz caso muy complejos como el procesamiento al Intendente de La Matanza Fernando Espinoza o el caso de Fernando Moreira, el jefe comunal de San Martín, ligado a Gabriel Katopodis. Hay inquietud si la interna ya se dirime en un ámbito muy resbaladizo que, además, rompe con lógicas de convivencia de otros tiempos. ¿Ahora son ellos, y si esto escala, quien sigue? Se preguntan en despachos muy calificados del GBA.
Las pujas que muestran el desorden del peronismo bonaerense se juegan en todos los claustros. Incluso los universitarios. Días atrás, el Intendente de Merlo, Gustavo Menéndez contó en sus redes sociales que había participado en la Universidad del Oeste de un acto en recuerdo a los 50 años de la muerte de Arturo Jauretche. Y destacó la presencia como invitado del rector de la Universidad de Avellaneda Jorge Calzoni. Es sabida la distancia que el Ingeniero tiene con el intendente de ese distrito, Jorge Ferraresi. En la politica, el mensaje se entendió. Fue la devolución de “gentileza” que Menendez le hizo a Ferraresi por haber recibido a Raúl Othacehé semanas atrás. Claramente, la foto que exhibió Menendez tuvo una nivel académico y político muy superior a la que pudo mostrar, de color sepia, el alcalde de Avellaneda.
Ahora, bien, si el conurbano está que arde, es por otra cosa: La inseguridad. Los índices han aumentado de manera exponencial más allá de lo que registran las estadísticas oficiales. Ya en barrios históricamente acomodados y alejados de la inseguridad cotidiana, se multiplicaron los “escruches”. Apuntan a bandas de chilenos que están operando en la zona oeste del GBA. Y aquí aparece la misma historia de siempre.
Mientras tanto, la política pelea sus propios lineamientos como consecuencia de la explosión lógica de la morfología que quedó tras las elecciones del año pasado. Le pasa al peronismo que busca líder, como al PRO, que ha entrado en ebullición. Por eso, Milei sigue con la oportunidad intacta de operar sobre esa realidad convulsionada. Los recientes cambios en el elenco, serían algo más que garantizar que salga la ley de bases.