Al Presidente Javier Milei no le queda otra que acelerar. Es ahora o no será. Conserva apoyo, que indefectiblemente irá menguando con el paso de los días y las consecuencias de la crisis económica. Necesita pararse y trazar una raya. Y la verdad, que del otro lado, lo ayudan bastante para disimular sus propias limitaciones a la hora de avanzar, pero sobre todo de sostener el programa de gobierno que prometió. Quedó expuesto en la trabajosa tarea de lograr un dictamen de mayoría que aún no garantiza la aprobación total en la Cámara Baja de la denominada “Ley ómnibus”. La imagen del palco de espaldas al Congreso de la Nación que levantó la CGT mostró las mismas caras que se veían en los tiempos donde combatían las políticas del gobierno de Fernando De La Rúa. Lo reconoció hasta el propio Pablo Moyano recordando aquellos tiempos en los que su padre Hugo encabezaba las acciones con el ya fallecido – y gran cerebro de aquello – Juan Manuel “Bocha” Palacios, otrora titular de la UTA.
De Axel Kicillof, a La Cámpora y de allí a Sergio Massa. Cada una de las tribus que formaron parte del oficialismo hasta el 10 de diciembre convinieron, aún en tensiones internas, a participar de la movida. Lo hicieron y el gobernador se congregó con los intendentes del Gran Buenos Aires, no todos, que decidieron mover a sus estructuras e incluso advertir, como lo efectuó el experimentado barón Mario Ishii, al decir que podría haber sido una masacre si las fuerzas federales impedían la manifestación.
¿Hasta qué punto esto le sirve a Javier Milei o ya puede tornarse en un verdadero peligro? Como en casi todos los aspectos de la agrietada sociedad argentina, las respuestas pueden variar. Es verdad que la convocatoria proviene de un sector cuya imagen está muy desgastada en la sociedad argentina y le será muy difícil poder recuperarla, pero la organización monolítica de la oposición unida por el “espanto” que puede significar la pérdida de ciertos privilegios, no deja de ser una amenaza latente para un gobierno en construcción que suele, cómo se dice en el barrio, cantar truco con dos cuatros.
La necesidad de alcanzar los objetivos fiscales que prometió y que entiende Javier Milei son una condición innegociable, lo están llevando a contraponerse con las mismas propuestas que esbozó durante la campaña. Nada nuevo bajo el sol si se lo mira desde la óptica política tradicional. Como suele decir el economista – muy respetado por Milei – Juan Carlos De Pablo, “no hay que escuchar a los políticos en campaña”. El tema que a Milei lo escucharon porque decía cosas que simpatizaban con una mayoría enojada de verse sustraída en sus esfuerzos por la ahora popularizada “casta política”.
Se trata de real politik. Ya incluso lo manifiestan las principales espadas de las construcción del discurso libertario, como el consultor Fernando Cerimedo quien en sus redes sociales envió un mensaje a los “liberales” que critican las negociaciones que encaró el Poder Ejecutivo. “Hay que bancar los matices en contextos así, el futuro es liberal, pero hay que construirlo. Sacate el cucurucho de la frente y confiá, que vamos por el camino correcto aunque no te guste todo.
Y si no, los cafecitos liberales conquistadores del mundo desde la teoría, siguen abiertos. Pueden ir. Pero corranse, que hay un país que sacar adelante”.
El único alivio que podría mostrar el gobierno ante lo que asoman como contradicciones entre lo que se dijo y lo que ahora se hace, es el momento en el que llega. El comienzo de la gestión. Todo rápido para que, si hay resultados favorables y de mejora palpables, puedan estos malos tragos ser absorbidos en el tiempo. Sobre todo cuando se ingresa en el año electoral clave para reforzar la presencia legislativa para el oficialismo.
En este juego de la política, mientras se negociaba el apoyo parlamentario, se elevó la tensión verbal al amenazar directamente a los gobernadores, que de no acompañar la aprobación de las leyes podrían comenzar a revisar aún más las partidas que le corresponden. Ergo, cabe hacerse la pregunta al revés:¿Si lo votan entonces no revisan nada? Está intacta la lógica que rige desde tiempos inmemorables. En ese sentido, el cambio sólo parece ser de caras y no de maneras.
Incluso con más dudas sobre quienes se favorecen o quienes se perjudican con la aprobación de la ley en cuestión que el gobierno plantea como de vida o muerte. Aunque se proponga mostrarse como un ciudadano común que trabaja de Presidente, Javier Milei es un político y como tal adopta las formas más o menos convencionales de uno de ellos. Si no lo hace él, lo hacen en nombre de él. Para activar el “toma y daca”. Pasa desde lo macro a lo micro.
Vale la pena mirar cómo están actuando, por ejemplo, los concejales que ingresaron por la Libertad Avanza en muchos distritos donde incluso terminaron o terminarán apoyando, por ejemplo, la suba de tasas que convalidan los alcaldes para paliar la inflación y el menor giro de fondos.
La reaparición de Sergio Massa para criticar la decisión de reponer una vez más el impuesto a las ganancias parece un capítulo más de este juego intrigante en el que transita la política que grita en un lado y pone el huevo en el otro. El loteo evidente del gabinete nacional, que aún no se terminó de armar en cargos menos visibles pero con manejo de caja, muestra que muchas veces lo que se presupone no es tal. Son demasiados los nexos que aun se conservan con el gobierno anterior, donde el actual Jefe de Gabinete Nicolás Posse gana influencia en las designaciones.
Se repite, en diversos ámbitos, la misma pregunta: ¿Hasta cuándo aguanta la situación con este ajuste? ¿El conurbano bonaerense puede estallar? Por ahora no se ve ese escenario, al menos en los que administran los territorios que, en su mayoría, son peronistas o provienen de Unión por la Patria. Sí le han dicho en persona al Ministro del Interior Guillermo Francos que, si se corta la asistencia social, la situación puede ponerse muy tensa. Capítulo aparte merece la vida interna del Ministerio de Capital Humano que lidera Sandra Petovello, pero será en otro momento. Hay una porción de gran verdad en eso. Pero también la lógica jugada de azuzar para luego obtener rédito. Aquí lo venimos planteando desde hace mucho tiempo: dadores voluntarios de paz social.
Pero hasta ellos mismos están desorganizados. Veamos las fuertes internas que ya se viven, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires. Las diversas facciones muestran sus diferencias a la luz pública y de manera socavada en el reparto de los cargos que aún hay para repartir. El gobernador Axel Kicillof hace malabares para conformar a todos con la palabra final, siempre, de Cristina Kirchner. Su vínculo con La Cámpora está deteriorado pero no terminado. Los ex jóvenes insisten en mantener sitios de privilegio y, en algunos casos lo consiguen. Por ejemplo: Anses y PAMI, dos organismos nacionales que aún no cambiaron sus estructuras plagadas de funcionarios K.
Pero también en la provincia de Buenos Aires. El Ministro de Obras Públicas Gabriel Katopodis ya muestra sus uñas en desarrollar un armado propio para empezar a construir un sueño que lo mantiene en vilo desde hace tiempo: ser candidato a gobernador en 2027. Y para eso aceptó bajar de ser ministro nacional a provincial. Pelea todas las cajas, la última de ellas es la de la oficina clave de Vialidad, que Axel Kicillof tiene prometida para un hombre de Mario Ishii, Roni Caggiano, y el ex intendente de San Martín intenta capturar para Gustavo Arrieta, quien ocupó cargo similar en el gobierno Alberto Fernández.