Por Sebastián Dumont
Muchas son las teorías que se tejen sobre Máximo Kirchner y su influencia en la política argentina. Nadie puede dudar de un rol central dentro de la coalición de gobierno y, sobre todo, en la construcción y despliegue de la agrupación política La Cámpora, cuyo nacimiento no estuvo ligado de manera directa a su persona. Entre todas las cosas que se dicen y escriben, las últimas semanas lo tuvieron como protagonista de, al menos, dos temas importantes: su vínculo con Alberto Fernández – aparentemente deteriorado – y su postura sobre la posibilidad que los intendentes bonaerenses sean reelectos para un nuevo mandato. Mientras tanto, en el conurbano se corre el velo de lo que está dejando la pandemia en términos económicos, sociales y de inseguridad cuya real dimensión no parece aún ser calibrada con demasiada claridad.
“No podemos plantear este tema ahora (por las reelecciones) porque vamos a dar la sensación que sólo nos preocupan los temas nuestros, de la política cuando la gente la está pasando mal”. Palabras más, palabras menos habría sido la respuesta que Máximo Kirchner le ofreció a interlocutores alcaldes del Gran Buenos Aires que lo visitaron recientemente en su despacho de la Cámara de Diputados. Tras esos encuentros, los mismos jefes comunales razonaban, con un dejo de bronca, lo siguiente: “Nos plantea la preocupación de cómo caerá en la gente las reelecciones, pero cuando hay que militar lo que a ellos (por la Cámpora) y a su madre le interesan, no se preocupan por el costo político”. Claro que ello no fue dicho en la cara del joven Kirchner.
La hoja de ruta es clara para los jefes comunales que recibieron el guiño de Alberto Fernández. Habrá presentación judicial como única manera de reinterpretar la ley para que el actual mandato sea tenido en cuenta como el primero. El resto sería engorroso de poder sacarlo por la legislatura, aunque se existiese una mínima posibilidad, la idea sería, sin dudas, eliminar todo tipo de restricción. Paso a paso.
El respaldo del presidente a la movida viene acompañado de una serie de gestos para consolidar lo que los propios alcaldes le pedían y era mayor respaldo para construir un esquema territorial que le responda. La carta de Cristina Kirchner aceleró los tiempos y Alberto Fernández, que no piensa romper con la vicepresidente, buscará elevar su propio perfil. La llegada del intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi al cargo que ocupaba María Eugenia Bielsa en el gobierno nacional es una clara muestra de ello. Un acuerdo con los “barones” pero con la designación de uno de ellos que tiene la simpatía de Cristina Kirchner. Pero sobre todo quién será su segundo Santiago Magiotti, cercano a Santiago Cafiero y al ministro de Obras Gabriel Katopodis, a quien le costó mucho avanzar en proyectos con Bielsa. Desde dicho distrito del Gran Buenos Aires es donde Alberto Fernández lanzó su apoyo más público a las reelecciones comunales. Como sostuvo Jorge Asís, la misiva del 26 de octubre lo “salvo” al jefe de Estado. Nadie olvida que, en el Gran Buenos Aires, la que tiene los votos, por ahora, es la vicepresidente.
Incluso, hay quienes aseguran que el envío del proyecto de despenalización del aborto, justo en este momento, formaría parte, entre otros aspectos, de esta disputa con la titular del senado. Si bien el presidente del Bloque del Frente de Todos José Mayans siempre se opuso, sus recientes expresiones sobre lo extemporáneo de la discusión, no pueden estar exentas del conocimiento de Cristina Kirchner. ¿Trámite express en diputados y el senado con más dificultades? Las intrigas son tan grandes que no hay límites para atribuirlas todas a la interna del oficialismo.
Claro que en la oposición las cosas no son muy diferentes. Mientras trasciende el regreso de María Eugenia Vidal a la arena porteña, el ex presidente Mauricio Macri, desde sus oficinas en el conurbano, se mete en la interna bonaerense. Por allí desfilan intendentes y “sin tierra” que aseguran verlo “más activo que nunca” y creen que sería un error “jubilarlo antes de tiempo”. Por ahora, sin definir su futuro a los interlocutores y respondiendo los varios celulares que suenan sin parar, Macri lo insta a solidificar su presencia territorial.
Aquí nace un punto central de estos tiempos. ¿Qué está pasando en el territorio? Al igual que una inundación, cuando el agua baja quedan expuestas con mayor claridad las consecuencias de su paso. Eso es lo que sucede con la pandemia. El Gran Buenos Aires pasó a la etapa de aislamiento que ya vivía en los hechos. Pero ciertos datos son alarmantes. Así lo explicó a este medio un intendente del segundo cordón, “ahora los comerciantes palpan la realidad tremenda de la economía y la caída en las ventas. Antes estaba preocupados por volver a trabajar y esa euforia de volver a hacerlo los distrajo momentáneamente de esta situación. Ahora es el momento de la verdad”.
Otro aspecto es la inseguridad. Los alcaldes comenzaron a observar un crecimiento sostenido de la violencia y el delito. Con un agravante que suelen explicar los especialistas en la materia. El aumento de la inseguridad suele darse con mayor notoriedad luego de varios meses del pico de la crisis. Así sucedió en 2002, en 2008 y creen que lo será ahora. Para muestra basta un botón. En la costa se preparan para la temporada que esperan como agua en el desierto. Lo mismo le pasa a los delincuentes.
El ajuste proyectado en las cuentas públicas y, por ende en la asistencia del Estado, agregan un condimento especial para lo que viene. A esta altura, no son pocos los que miran con mucha delicadeza el mes de diciembre, pero sobre todo el 2021. No vaya a ser cosa que lo próximo sea aún más difícil que lo actual. Y la pandemia no terminó.