por Sebastián Dumont
Cristina Kirchner volvió a mostrar, por si hiciera falta, su jefatura política y está dispuesta a respaldar a los suyos aunque eso implique profundizar tensiones dentro del oficialismo tanto a nivel nacional como provincial. En los últimos diez días su influencia quedó plasmada en varias acciones directas e indirectas que se complementarían con lo que vendrá tras la extensa charla que mantuvo el martes con el presidente Alberto Fernández. La influencia cada vez más decisiva de La Cámpora y las internas expuestas como nunca por la polémica de las prisiones domiciliarias ya no esconden un puja de poder con final aún incierto.
La Corte Suprema de Justicia de la provincia de Buenos Aires puso freno al Hábeas Corpus colectivo mientras se toma tiempo – sería muy breve – para la resolución de fondo. Para ello dio vista a las distintas partes a los fines que se expresen. El primero que lo hizo fue el Procurador Bonaerense Julio Conte Grand quien rechazó lo dispuesto por el juez de Casación Víctor Violini. Se espera con ansiedad la respuesta de Mario Coriolano, Defensor de Casación y rotulado como “garantista” e integrante como consultor del Instituto Interamericano de Derechos Humanos de San José de Costa Rica, mismo pacto al que se refirió Alberto Fernández para explicar porque no echó al Secretario de Derechos Humanos de la Nación por preocuparse en la libertad de Ricardo Jaime y Martín Báez.
La veloz decisión de los cortesanos bonaerenses llegó luego de la indignación pública con cacerolazos incluidos pero, sobre todo, horas después de la conferencia de prensa del gobernador Axel Kicillof junto a sus ministros de Justicia Julio Alak y de Seguridad Sergio Berni. En la embestida del gobernador contra el jefe de los fiscales se ve la mano de Cristina Kirchner según entienden en los pasillos judiciales. Mucho más cuando la ministra de Gobierno Teresa García, de línea directa con el Instituto Patria, salió a pedir la renuncia de Conte Grand. Su batalla no es nueva y se inició desde el mismo momento de su desembarco en el edificio de la calle 6. Nadie podrá endilgarle que se sube a esta ola ahora, ya que la dirigente de San Isidro, en su momento vinculada a Antonio Cafiero, viene pidiendo esta renuncia desde el 10 de diciembre. En ello, se puede decir que no era acompañada, al menos de forma privada, por Julio Alak y Sergio Berni. Allí radica el equilibro del sistema político judicial en el que se apoyaba, al menos hasta ahora, la continuidad de Julio Conte Grand. Quizá explicada en algunas peleas no saldadas de los tiempos anteriores que aún restan ser concluidas.
En las cercanías del Procurador interpretan que se trata de una movida política para cargar de responsabilidad a la oposición y no pagar en soledad del costo político de medidas tan impopulares. Por ahora, para concretar la salida Conte Grand deberían pasar dos cosas: su renuncia o bien un juicio político que se dirime en el senado donde Cambiemos tiene mayoría. Y además no está tan claro que la presidenta del cuerpo Verónica Magario esté dispuesta a romper lazos con uno de los senadores más influyentes de la oposición como es Roberto Costa. Dimes y diretes.
Lo concreto que todo ello ha puesto en escena una enorme cantidad de internas y vínculos cruzados de la política con el poder judicial. De hecho, en el tribunal de Casación bonaerense las cuitas son muchas y los integrantes de cada sala son vinculados a distintos sectores que también han movido sus fichas en estas horas. Mientras a jueces como Víctor Violini o Daniel Carral se los liga como más cercanos al Kirchnerismo, a otros los ven próximos al Frente Renovador, como el caso de Mario Kohan, sobrino de Alberto, el ex Secretario General con Carlos Menem al que ya tienen listo su busto para ser colocado en la Casa Rosada.
El propio Sergio Massa es quien más rápido movió e instruyó a sus diputados a que presenten pedidos de juicios políticos. Lo hicieron Pablo Garate y Jorge D´Onofrio, en línea también con la preocupación de los intendentes que ven el regreso de peligrosos delincuentes a sus territorios. Por eso, el día del trabajador un grupo de alcaldes del oeste se reunieron con jueces del Departamento Judicial de Morón para evaluar la situación. Hasta la Asociación de Magistrados Bonaerense armó conclave virtual para seguir de cerca esta tensión. Sí es cierto que fueron mayoría los jueces de ejecución o de Cámara que se opusieron a los escritos de Víctor Violini y de Ricardo Borisnky después. “Nos están queriendo llevar a cometer flagrancias”, se expresaron en total desacuerdo.
La Cámpora avanza.
La mano de Cristina Kirchner y de su hijo Máximo quedó clara en la llegada de Andres Larroque al Ministerio de Desarrollo Comunitario. El “Cuervo” representa mucho más que un enroque por otra camporista como Fernanda Raverta, quien es sindicada por no profesar una militancia ideológica obtusa al punto de convivir en armonía con el alcalde de sus pagos Guillermo Montenegro en Mar del Plata.
Larroque remite a los orígenes mismos de la organización que tiene en claro un proyecto de poder. El mismo comenzó mucho antes de lo que se piensa. Y, aunque pocos los saben, nació territorialmente en el Gran Buenos Aires. Fue en Agosto de 2007 cuando se abrió el primer local partidario en el distrito de Moreno. Allí expuso al ex directora de juventud ligada a Alicia Kirchner Mariana Grass, llevada allí por un militante del peronismo como Ariel Frías, y en contra de alcalde de entonces Mariano West. Las pasos iniciales de la “Orga” estaban constituidos por tres líneas. Una era la de misma Grass con asiento territorial de la mano de Frías, otra con Juan Cabandie y Wado de Pedro desde la Agrupación Hijos y la restante con José Ottavis junto a Andres Larroque. También había nexos con jóvenes del movimiento Evita como Gildo Onorato. Todavía faltaba tiempo para que Máximo Kirchner accionara de manera más concreta. La referencia histórica al comienzo de La Cámpora es valido para entender que su objetivo se desplegó desde hace tiempo. Y no se detiene.
Con la captura de cada vez más sitios de poder en la estructura del Estado, se preparan para dar pelea en 2021 y capturar más territorios en 2023. Claro que el devenir político tendrá por delante aún varias contingencias. Pero señales son señales. Y Cristina Kirchner está dispuesta a dejar siempre en claro quien es el que manda.