Por Sebastián Dumont.
La centralidad renovada de la Vice no anula la necesidad de una buena gestión de Sergio Massa. Ello anida en el deseo de los jefes territoriales para conservar sus terruños.
La sensación de un peronismo unificado detrás de la figura de Cristina Kirchner puede anular una mirada más profunda sobre el verdadero escenario que se configura en el horizonte de la política argentina. Por ahora, lo que se observa son declaraciones y muestras de apoyo desde la sucursal bonaerense del PJ. El resto es más discutible. Por aquello que el Frente de Todos es básicamente una fuerza acotada en votos al conurbano. “Paramos la sangría”, explicó un importante legislador provincial con manejo en su territorio para graficar el efecto que había generado en la interna del oficialismo la peregrinación a Juncal y Uruguay como nueva meca K ante la “persecución judicial y mediática” de Cristina Kirchner. Este tiempo no borra la posibilidad de una fragmentación en el tablero electoral rumbo al 2023 que incluye la cada vez más compleja interna que se vive en Juntos por el Cambio.
El peronismo de la provincia de Buenos Aires dará una muestra de unidad el próximo sábado cuando realice su congreso partidario en el distrito de Merlo. El cierre oratorio quedará en manos de la Vicepresidente de la Nación. Lo terminaron de organizar en una cena el lunes por la noche en Moreno, distrito donde gobierna Mariel Fernández, ligada al Movimiento Evita, grupo social que, hasta ahora, no ha mostrado la misma contundencia a la hora de apoyar a Cristina Kirchner como sí lo han hecho otros sectores. Por ahora nada para alarmar en estos detalles. Incluso, si se repasan las cuentas de twitter de quienes han estado en la reunión referida, hay intendentes que no escribieron un sólo caracter para apoyar a la “Jefa”. Es cierto que las diferencias generacionales entre los alcaldes también se observa a la hora de utilizar las herramientas de comunicación de estos tiempos. De las paredones a los posteos virtuales. Yendo más atrás, se podría decir, desde las balas a las amenazas por mail. Los tiempos cambian.
La unidad referida en el justicialismo bonaerense tiene como objetivo sostener la idea primaria de hacer todo lo posible para mantener el poder en la provincia de Buenos Aires. De allí que se traza el apoyo a Cristina Kirchner por su poderío electoral. Es lo que hace entender las sutiles diferencias en el peronismo federal. El martes sucedió algo que pasó casi inadvertido, al menos cuatro diputados decidieron no asistir a la convocatoria de la ex presidente en un encuentro conjunto donde no dejaron entrar los celulares. Los diputados Natalia Zabala Chacur (San Luis), Carlos Ponce (San Luis), Hernán Pérez Araujo (La Pampa) y Emiliano Estrada (Salta) fueron quienes, luego de contactar a sus gobernadores, no participaron.
La dialéctica se separa de los hechos en diversas oportunidades. Los jefes territoriales la miran a Cristina, pero sobre todo a Sergio Massa. Entienden que, sus chances de continuidad, luego de haber conseguido a finales del año pasado en aval legislativo para ir por un nuevo mandato, dependen más de lo que pueda conseguir el Ministro de Economía que la vicepresidente y la renovación de su relato épico. En las mesas seccionales calculan que, si las elecciones fueran hoy, el peronismo no correría riesgos de perder sólo un puñado de distritos de la primera sección electoral. Un experimentado alcalde cree que, al menos en al sección primera, se asegurarían Moreno, José C. Paz, Merlo y Malvinas Argentinas. El resto será para transpirar. Y esto es hoy. Falta tanto aún que siempre se puede estar peor. Por supuesto que mejor está entre las opciones. De allí que no alcanza sólo con gestos unificadores. “La idea de máxima – no de Máximo – es retener el poder en todos los niveles, pero sabemos que será muy complejo. Sergio Massa puede ayudar a estabilizar para que no siga la sangría en el conurbano de votos corroídos por la inflación y la caída del salario real. Pero quizá no sea suficiente. El objetivo entonces es la provincia de Buenos Aires. Allí se podría ganar siempre que no cometamos una torpeza en la elección de los candidatos”, aclara otro intendente que vivió varios turnos electorales. Los memoriosos suelen tomar el recuerdo de 1999 cuando el peronismo perdió la presidencia con la Alianza pero retuvo Buenos Aires gracias al acuerdo que hizo Eduardo Duhalde con el partido Acción por la República de Domingo Cavallo, que llevó el mismo candidato a gobernador: Carlos Ruckauf. Ese fue el único ejemplo desde el 83 a esta parte donde la Nación la gobernó un presidente de una fuerza política distinta al gobernador de Buenos Aires. La experiencia duró dos años hasta el 2001. Memorias del futuro.
De tal forma, el árbol no debería tapar el bosque. El liderazgo de Cristina Kirchner es indiscutible sí, pero, en qué dimensiones? Aquí es donde nacen varias preguntas. La titular del senado se despega de la agenda económica para recuperar la centralidad en el terreno político. Ha conseguido lo que ningún otro político por estos tiempos pudo. Tener adhesiones y rechazos ciegos. Más explicables desde el fanatismo que desde lo racional. Su liderazgo asoma como una cuestión de fe. Resulta interesante para explicarlo acudir a los escritos del Teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer cuando desarrolló la teoría de la estupidez que le costó, de alguna manera, ser asesinado en la Alemania de 1945.
Para definir la estupidez, Bonhoeffer decía que se trataba de personas “sin criterio que siguen las órdenes sin acatar y sin avaluar las consecuencias de sus actos” y agrega: “contra la estupidez no existe nada que se pueda hacer. Las protestas y el uso de la fuerza, no tienen sentido frente a personas que no están dispuestas a escuchar, o no saben cómo hacerlo”. Se refería a aquellas personas no dispuestas a escuchar, que actúan sin criterio ni raciocinio. Pues bien, la Argentina, de alguna manera en su grieta vive algo de eso. Dos facciones bien definidas no dispuestas a escuchar al otro y cuya única solución es la eliminación del enemigo. En el centro de la escena, de esa escena se retro alimentan Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Su permanencia en el centro es el camino ideal a la profundización de la decadencia.
Por eso, no pueden soslayarse las expresiones del embajador de los Estados Unidos en Argentina Marc Stanley hace dos semanas en la reunión del Council of Américas. Habló de la necesidad de conformar una nueva coalición. Se lo dijo a Horacio Rodriguez Larreta y a Sergio Massa. Del tema nos hemos ocupado en notas anteriores. En el final del camino, esa es la verdadera puja que anida hoy en la política argentina. Se trata de quienes van a conducir el proceso político que viene.
Es lo que ayuda a entender la profundidad de la crisis en el PRO que aumentó esta semana tras los episodios en el domicilio de Cristina Kirchner. Asoman las pujas electorales que vienen detrás de la verdadera pelea y es la sucesión de Macri en la jefatura. Con un orden diferente al que conoció el peronismo. Allí las jerarquías se dividen entre accionistas o gerentes. Buscar pasar de una categoría a la otra tensa la situación. Es eso lo que está hoy en el centro de la pelea.
En el manual de conducción política, Juan Perón sostuvo que una escuela no hace dirigentes, sino sólo los ayuda a formar el criterio que es todo lo que necesita un hombre libre. Esa mirada de Perón es la principal interpelación para quienes hoy, en su nombre, aseguran que vienen por su movimiento. Y no por ellos.