Por Sebastián Dumont
Otra vez, un 20 de diciembre quedará grabado a fuego en la historia de la Argentina. El motivo reciente es mucho más grato y motivó la movilización popular genuina más grande que se recuerde en la historia del país. La selección argentina, con la obtención de la copa del mundo logró lo que la política se dedicó, durante al menos 21 años, en destrozar. Del que se vayan todos nacido en aquellos últimos días del 2001 a estos tiempos de la grieta más profunda entre los políticos y la sociedad civil. El equipo de Messi y Scaloni no quiso quedar atrapado en ese lógica. Y, por primera vez en la historia de los mundiales, un Presidente no tuvo la foto con los campeones.
El futbol siempre permite, gracias a su enorme arraigo popular, poder usarlo para metaforizar momentos de la vida cotidiana. La gloria máxima encuentra la forma de llevarlo al análisis de este momento de la Argentina. Y, sobre todo, de este trance politico. Vayamos por partes.
¿DESCLASADOS?
Desde un programa de la TV pública lanzaron un mensaje demasiado particular siendo benévolo en el término. La decisión del plantel de no ir a la Casa Rosada disparó al máximo, otra vez, la interna que florece en el Frente de Todos. Llegaron a decir que los jugadores eran unos “desclasados”. Si nos vamos a lo estricto del significado de la palabra, la Real Academia dice que se trata de personas que “que no están integrados en un grupo social o que se halla en uno que no le corresponde”. Pues quizá haya algo de cierto si se observa lo que el equipo generó y contagió. No hay un solo grupo social en el país que pueda lograr algo similar. El concepto de trabajo, sacrificio, orden, seriedad, humildad y resiliencia no es fácil de encontrar en toda su magnitud en los grupos que hoy dominan el poder nacional.
El entrenador Lionel Scaloni podría formar parte de esa antojadiza definición.Asumió con técnico sin formar parte de la lógica del mercado futbolero. Como si fuera un outsider. Lo más alejado del sistema vigente. Luego de un camino sinuoso demostró que los conceptos antes vertidos, a la corta o a la larga, tienen premio. La selección argentina encontró el rumbo en manos de alguien que no estaba en la mira de la sociedad política futbolera. Los desafió y estos terminaron rendidos a sus pies. Injusto sería no reconocer qué hay quienes creyeron en ese proyecto. Desde Lionel Messi al presidente de la AFA Claudio Chiqui Tapia.
EL INTERROGANTE
¿Hay un Scaloni en la política argentina? Este es el enorme interrogante que asoma a pocas horas del año electoral. Para recuperar los valores de una sociedad abrumada por la desconfianza y la apatía a sus representantes, dónde estará el Scaloni de turno. Pregunta que aún no encuentra una acabada y certera respuesta. Pero vale la alegoría.
Las mayores dudas radican en cómo se van a estructurar los espacios políticos mayoritarios ante este desafío. Si se observa hacia afuera es Javier Milei quien hasta aquí representa lo más cercano a un desclasado dentro de sistema político vigente. El economista navega en la agenda que se interpone a la de la política. Por eso, el enorme desafío en lo vigente es encontrar quien desde adentro pueda representar lo nuevo. El cambio dentro de la continuidad. Tamaño intríngulis a resolver. El ejemplo de la selección de fútbol merece ser tomado.
Sin embargo, no habría que ilusionarse demasiado cuando se conocen los detalles de las pujas y miserias para captar desde la política el logro deportivo. El piquetero Luis Delia, ahora vocero no oficial de Alberto Fernández, dijo con todas las letras lo que se piensa en Olivos. Para él, el presidente se quedó sin foto porque operaron las fuerzas del mal desde La Cámpora y el Chiqui Tapia. La referencia más notable es para Santiago Carreras, siempre vinculado a la política y el fútbol desde su Lomas de Zamora como anclaje territorial. Carreras, que fue senador bonaerense y es cercano a Máximo Kirchner, también participa de la interna de Boca Juniors donde acompañó al portero Victor Santamaría.
En la actualidad, Santiago Carreras tiene un cargo en YPF, principal sponsor de la AFA. Y sí es cierto que, tanto Carreras como la propia Cristina Kirchner y su hijo Máximo bancaron a Tapia cuando la IGJ cuestionó su reelección. Detrás de aquella maniobra para cambiar al presidente de la AFA lo ubican a Alberto Fernández, Matias Lammens y Marcelo Tinelli entre otros. Lógica defensa de Tapia al operativo de seguridad que dirigió Sergio Berni, el mismo ministro que llegó a llamar borracho al Presidente de la Nación.
Ya desde Qatar fuentes de La Cámpora aseguraban que el equipo estaba dispuesto a ir donde pudieran estar cerca de la gente. Eso no descartaba la Casa Rosada. Pero la interna se desbordó y, con buen tino, los futbolistas no quisieron quedar atrapados en la puja miserable.
La política se encarga, todos los días, de afirmar su distanciamiento con la ciudadanía. A juzgar por la realidad, esa coyuntura está en el peor momento desde 2001. Justo cuando un 20 de diciembre, otra movilización no tan espontánea, se llevó puesto al Presidente Fernando De La Rúa.
ADIOS, PAUSA
La pausa mundialista se apagará en las primeras horas del 2023. Una de las miradas estarán puestas en el Sur. Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta compartirán el mismo sitio de descanso. Y las versiones sobre un posible acuerdo se acrecientan. ¿En qué términos? En aquellos que garanticen la unidad de Juntos por el Cambio. “Horacio (Larreta) está dispuesto a entregar todo lo necesario para ser presidente”, arrojan consultores cercanos al jefe de gobierno. ¿Todo? La provincia de Buenos Aires es una gran incógnita. Allí quien mejor mide es Diego Santilli, que viene de fotografiarse con Javier Iguacel y Miguel Pichetto. El ex senador se ha convertido en el principal operador de Santilli ante Macri. Teorías conspirativas aseguran que Santilli no pasaría el filtro de Mauricio Macri. Hay mucho de fantasía y deseos ocultos por parte de sus rivales internos en esa afirmación. De haber acuerdo entre Macri y Larreta la principal duda es cómo se resolverá la postulación de Patricia Bullrich.Ella está decidida a jugar o jugar. En todas estas movidas, el punto central es volver a la cuestión descripta más arriba. ¿La política argentina está en condiciones de alumbrar un Lionel Scaloni?
