Por Sebastián Dumont
Argentina es ese extraño país donde se tiene la percepción de vivir siempre en crisis y no saber con qué noticia se despertará. Sin embargo, la dinámica de los hechos, con mayor o menor velocidad, no causa sorpresa. El escenario actual ya se venía configurando. Era previsible. Decantaba. Lo único que restaba saber es cuándo llegaría. Y llegó. De ahora es más se está ante un momento donde sólo falta esperar que la evolución de la crisis nos devuelva escenas más complejas. Sin un cambio profundo y radical que derive en un acuerdo político de magnitud, sólo habrá que aguardar mayor decadencia.
Un rápido recorrido por los acontecimientos recientes nos llevan a hurgar en nuestro propio archivo. En una nota del 2 de marzo, tras la apertura de sesiones del Congreso de la Nación, surgían estas incógnitas: “El Presidente ingresa en un dilema importante: aceptar o no si se está ante la presencia de un jefe de Estado de transición. Tras ello, se abre otra pregunta: ¿Transición hacia dónde o quién?
Nadie podrá pedirle a quien está en la cima del poder institucional que, con tanta antelación, reconozca que su tiempo tiene fecha de vencimiento. El propio llamamiento que hizo Fernández el año pasado a dirimir las candidaturas futuras en una PASO podría ser leído como su propia autoexclusión. Imposible pensar que un presidente tenga que revalidar su postulación en internas. Sería un episodio demasiado novedoso”. A Fernández, desde el domingo, ya no le queda ni esa. Aún se discute si podrá llegar a terminar su mandato. Algo que no debería estar ni siquiera como hipótesis.
Aquella nota continuaba así “Lo que asoma como la aprobación del acuerdo con el FMI, aún con los conflictos internos y de la propia oposición, no parece alcanzar para evitar un freno aún mayor de la economía argentina. A pesar de las promesas de no avanzar en reforma provisional o laboral (habría que analizar con mayor profundidad si se trata de una buena o mala noticia), el ajuste se hará sentir. La inflación no cesa y es el principal factor del achique en el bolsillo de los argentinos. En su mayoría, los que pueden formar parte de la base electoral del oficialismo. Además, habrá aumentos de tarifas por encima de lo prometido y deseado por Cristina Kirchner que ponía un tope del 20 por ciento”.
Las frenéticas horas en Olivos del fin de semana mostraron, una vez, la enorme desconexión de la política con la realidad de la calle. Todo un país en vilo angustiado ante una nueva debacle en sus ya castigados ingresos. Pero peor que ello aún es la pulverización de las expectativas. La apatía es el resultante de la desilusión previa.
Si a finales de marzo se decía que el Frente de Todos ya no existía más, ahora está claro que ya no hay gobierno de Alberto Fernández. Aunque siga siendo Presidente. Cada una de las acciones de Cristina Kirchner fueron emulando al Pacman, el video juego de la década del 80 que consiste en ir devorando todo aquello que esta a su paso sin ser atrapado por los fantasmas. La duda es cuál es la pieza final de esa deglución.
Resulta de interés repasar un fragmento de un texto escrito en abril del año pasado por el politólogo Federico Zapata en la revista Panamá: “Todo gobierno coalicional supone un ejercicio colectivo en torno a tres dinámicas: la configuración de un equilibrio de poder entre los actores de la coalición (quiénes gobiernan), la definición de una agenda común (para qué gobiernan) y la generación de un mecanismo organizativo eficiente y eficaz de cara a las tareas gubernamentales (cómo gobiernan). El Frente de Todos, al momento, no ha logrado resolver satisfactoriamente ninguna de las tres dinámicas”. Aquello, más de un año después quedó en mayor evidencia. Voló por los aires. Por eso es que estamos ante el fracaso de la creación de Cristina Kirchner, que ella misma evita asumir.
La llegada de Silvina Batakis al ministerio de Economía arranca con el pie izquierdo. Llega debilitada por el hecho de haber sido elegida luego de una enorme danza de nombres que no habrían aceptado ese cargo. Más allá de la idoneidad o no que pueda tener la reemplazante de Martín Guzmán, sí está claro que, en el arranque, tendrá la aceptación de Cristina Kirchner. Fue ella la que decidió que sea.
La flamante titular del Palacio de Hacienda tiene un recorrido en la militancia del peronismo K. Llegó al gobierno de Daniel Scioli cuando formaba parte de la agrupación “Peronismo sin Fronteras” cuyo máximo referente era el fallecido Alejandro Arlía, Ministro de Infraestructura bonaerense por aquellos años. Se trataba del sector más Kirchnerista que anidaba en la gestión del ahora Ministro de Desarrollo Productivo. El paso previo de Batakis fue un cargo en el Ministerio del Interior con Eduardo “Wado” De Pedro.
Transcurren las primeras horas y se aguardan nuevas definiciones. Alberto ya no es el que era el viernes. Cristina Kirchner intenta salvar su capital político y Sergio Massa, luego de haber sido mencionado todo el fin de semana como posible Jefe de Gabinete se queda en la Cámara de Diputados. Hablar hoy de ganadores y perdedores en el reparto del poder y el esquema del oficialismo es un eufemismo. El poder se esfuma, y el Frente de Todos ya no existe más.