Por Sebastián Dumont
La política argentina acentúa su desconexión. Cada sector busca hablarles a los propios sin detenerse en las dificultades que se atraviesan y profundizan. A casi un año y medio de las elecciones presidenciales, las campañas ya comenzaron como si ello los abstrajera de la realidad y los problemas que requieren una resolución hoy. Por un lado, Cristina Kirchner y Alberto Fernández siguen sin disimular sus diferencias hasta para coincidir en un acto para recordar el paso a la inmortalidad de Juan Domingo Perón. En Junto por el Cambio, Mauricio Macri agita la idea de jugar su segundo tiempo y limita la expansión de otros posibles postulantes. Nombres viejos vuelven a sonar como posibles para lo que viene de la Argentina. El contexto local – muy complejo – sumado al internacional, requieren de acuerdos. No los hay. Parece que no los habrá. Pues entonces, todo lo que asoma, nos lleva a un claro “déjà vu”, aquello que experimentamos en la actualidad y ya lo vivimos en el pasado.
Una simple recorrida por las últimas elecciones presidenciales en América del Sur muestran dos situaciones repetitivas: ganan los candidatos que no representan al oficialismo y expresan la posibilidad de posible experiencia distinta, más allá de cuál sea su recorrido en la política y su ideología. En la Argentina, el escenario que, lentamente parece configurarse, muestra todo lo contrario. Salvo con la excepción de Javier Milei, hoy envuelto en una serie de encerronas de las que deberá mostrar su habilidad para salir airoso, el resto es un volver a vivir.
Es más, en la provincia de Buenos Aires, como se viene adelantando aquí, los jefes territoriales del Frente de Todos ya definieron atarse a Cristina Kirchner. Aún aquellos que avizoraron en algun momento la posibilidad de un despegue del presidente Fernández. El jefe de Estado no hace otra cosa que enviarle guiños a la Vicepresidente, aunque haga transcender que no tiene nada que hablar con la dama. Su viaje a Jujuy para visitar a Milagro Salas opera dentro de ese radio. De lo contrario, es poco comprensible que en una semana tan compleja, haya tiempo para suspender toda una agenda y tomar un vuelo con ese fin. Cuando faltan dólares, menos se explica hacerlo con costo operativo de USS 4500 por hora según afirman los especialistas.
Cada vez que Cristina habla, Alberto ejecuta la partitura de ella. Sucedió tras las criticas al “festival de importaciones”. La reacción más inmediata fue generar un torniquete sobre la salida de dólares del Banco Central. El principal ítem hoy de la “fiesta” va a la cuenta de energía. Es cierto allí que los precios internacionales subieron como consecuencia de la guerra. Pero también es verdad que había quienes advirtieron incluso, antes de la invasión Rusa, que los precios en materia energética iban a subir. Uno de ellos fue el consultor Daniel Gerold, uno de los hombres más avezados en la materia en Argentina. Ya desde el año pasado, en sus informes, venía sosteniendo que los precios iban a subir. Con un elemento que suele no ser tenido en cuenta a la hora de los análisis y son las previsiones meteorológicas.
La canilla de dólares encuentra también algunos casos paradigmáticos. Uno de ellos es la importación de cortes de cerdo desde Brasil por parte de fabricantes de fiambres en detrimento de los frigoríficos argentinos. Al tope del listado figuran de los más conocidos de la Argentina. Este es sólo uno de los casos. En Uruguay, el gobierno acaba de permitir el ingreso de asado de Brasil cuyos precios son menores a lo que el país puede exportar de su propia producción ganadera. Una manera inteligente de administrar el comercio exterior sin secar la plaza de dólares. Importan a menor precio lo que exportan a mayor. Y no desabastecen el mercado local que presionaría sobre el precio de mostrador.
Quizá el Presidente tenga en mente, con estas decisiones, cortar la posibilidad que Cristina salga indemne de su propia creación. Algo así como decir, si nos hundimos, nos hundimos todos. Por lo pronto, en las encuestas que manejan muchos intendentes en sus territorios, la imagen de la vicepresidente es superior a la de Alberto Fernández. Todo lo contrario a lo que sucedía hace dos años atrás. Claro que ello no conforma ninguna garantía hacia adelante. Como suelen repetir por estas horas dirigentes del oficialismo, no hay ganancias claras en la profundización de la puja entre ambos. Los indicadores de CFK también caen, aunque se muestran más estables y, sobre todo, se sostienen en un núcleo duro.
Este escenario es el que mira Mauricio Macri con cierta expectativa. El camino de la polarización asoma como difícil de esquivar aún con mayor desgaste de la política en general. Ahora bien, no vaya a ser que Macri y Cristina Kirchner terminen compitiendo por el saldo electoral que les quede y obliguen a los Argentinos a definir entre el “mal menor” en una segunda vuelta. Lo que hace unos meses parecía ciencia ficción, hoy no lo es tanto.
Son más escépticos quienes creen que Cristina volverá a ser candidata a presidente que los que aseguran que Macri si lo será. La lógica que viene reglando la política argentina desde 2007 se hace presente una vez más. Los polos se atraen y se potencian. Uno existe por el otro y viceversa. Segundos afuera.
Dentro de esa lógica, las disputas más encarnizadas se observan hacia abajo. Es decir en las gobernaciones, como en las intendencias. Sorprenden quienes, en el oficialismo, han comenzado a observar a Daniel Scioli como un posible candidato a presidente con el único objetivo de preservar lo propio. Es decir, si no es Cristina, Scioli podría captar los votos necesarios para al menos conservar municipios en el Gran Buenos Aires. Lo analizan en la certeza que no habrá posibilidades de ganar en el 2023 con niveles de inflación como los actuales. De ser así, hasta la idea de mantener la provincia de Buenos Aires empieza a ser utópica para el Frente de Todos.
Se ve con claridad en la calle. ¿Qué dirigente ofrece hoy una esperanza de futuro? Cuesta mucho encontrarlo. En el mazo de opciones los nombres son los mismos, pero la realidad es aún peor. El caso de los planes sociales es un emergente de una Argentina nueva. Tiene razón Cristina Kirchner cuando dice que eso no es peronismo. Se ve de lo macro a lo micro. Recorrer hoy un centro comercial del Gran Buenos Aires es una experiencia interesante. En varios locales piden gente para trabajar. No la consiguen. El propietario de un lavadero de autos puso un aviso en las redes sociales, las mayores respuestas fueron “aguanten los planes”.
El problema es más profundo que discutir el valor del dólar de la semana o la inflación de junio. Hay una nueva Argentina. No hay políticos nuevos. En definitiva, lo más parecido a un “déjà vu”.