Por Sebastián Dumont – Periodista
Cristina Kirchner está en silencio pero activa. En la discusión por el acuerdo con el FMI ya es sabida su postura expuesta en la decisión de Máximo Kirchner de renunciar a la presidencia del bloque del oficialismo en la Cámara baja. Por estas horas lidia con la posible escisión de cuatro senadores alentados por Alberto Fernández a marcar diferencias sobre la postura de la vicepresidente. Pero su mirada, siempre, va más allá. Cristina y los suyos tienen algo muy en claro: no están dispuestos a pagar la cuenta. No serán ellos a los que tilden de responsables de las malas noticias que vienen por los ajustes que supone el entendimiento con el organismo multilateral. Y, en ese contexto se vienen preparando para resistir. Aunque eso implique hacerlo desde el llano en 2023 o, en el mejor de los casos, desde la provincia de Buenos Aires.
La última elección dejó al descubierto la reducción del “cristinismo” a distritos populosos del conurbano bonaerense. La leve recuperación entre las Paso y las generales alimentó el espejismo de la supervivencia pero no alcanzó para resistir la acumulación de enojo que la geografía del interior provincial devuelve desde hace varios años, explicada en gran parte, por el inútil enfrentamiento con los sectores productivos agropecuarios. Allí ganó el radicalismo más que el Pro. Algo que debieran tomar nota los estrategas que impulsan la idea de postulaciones como la de Diego Santilli, Cristian Ritondo o el propio Jorge Macri.
Pero Cristina sabe que, aún con lo que conserva, le alcanza para condicionar todo lo que viene. Y prepara su estrategia. Con la idea de no llevarse la misma desilusión que sus anteriores escogimientos le causaron. Primero con Amado Boudou, luego con Alberto Fernández y, más reciente, la desazón con Axel Kicillof de quién empezó a dar cuenta de ese sentir ante sus íntimos antes del cierre de las listas el año pasado.
Paradójicamente, la vicepresidente, que se recibió de jefa cuando no le quedó opción tras la muerte de Néstor Kirchner, aún debe materias en la carrera de apuntar herederos. Con un detalle que se aprestaría a modificar. El núcleo político que más alentó, no a crear pero sí a expandir, es La Cámpora. Y hasta ahora, nunca escogió a un producto genuino de esa agrupación para llevarlo a lo alto del firmamento electoral. Lo más cerca fue Kicillof, al que muchos confundieron como integrante de este grupo ex juvenil, pero nunca lo fue. Venía de la militancia universitaria en la agrupación TNT (Tontos pero no tanto) en el mismo momento que nacían los herederos nobiliarios del “Tío”, a quién Perón mandó al destierro.
El dedo ahora apunta a Eduardo “Waldo” de Pedro. El Ministro del Interior al que Alberto Fernández ya no llama “wadito” desde que le presentó la renuncia luego de la debacle electoral en el primero turno de setiembre pasado. Igualmente, el ex integrante de la Agrupación HIJOS se quedó en el gabinete. Y, antes de fin de año, dio entrevistas a Clarín y La Nación donde afirmó que ni él ni Máximo (Kirchner) serían candidatos a Presidente en 2023. Afirmación que deja abierta la puerta para otro tipo de postulación. Se trata de la provincia de Buenos Aires. Haya o no desdoblamiento como se analiza y se adelantó a aquí desde antes del comienzo del nuevo año.
Cuando nació La Cámpora, cuya fecha fundacional la ubican a finales del 2006 cuando la familia del ex Presidente le entregó los atributos presidenciales a Néstor Kirchner. Casi un año después, allá por agosto de 2007 la incipiente agrupación abrió su primer local en el conurbano. Fue en Moreno (ver Foto) y encabezó el acto la entonces Directoral Nacional de la Juventud Mariana Grass junto a Ariel Frías, un dirigente que conduce al día de hoy la organización “La Vida por Perón” con fuerte incidencia en casi 10 sindicatos de la Argentina. Eran tiempos donde la cúpula, además de los mencionados ubicada a Juan Cabandié como jefe de Wado de Pedro o el caso de otra rama donde José Ottavis estaba por encima del “Cuervo” Larroque. Como se ve, los pioneros se fueron alejando y quedaron, en algunos casos, sus subalternos, donde la principal crítica era la cerrazón y no la apertura.
La posible postulación de Wado de Pedro es la reciente apuesta que hace Cristina Kirchner. Y la realiza de manera personal al utilizar su influencia para despejarle el terreno en los municipios. A los fines que el Ministro del Interior pueda bajar y mostrarse. Sin las conflictividades clásicas de exponerse al deseo contrario de un barón del conurbano. Es donde radica, por ahora, la simbiosis de los jefes comunales peronistas del Gran Buenos Aires con la vicepresidente.
Despejada para ellos la posibilidad de continuar, Cristina Kirchner les aporta más caudal electoral que Alberto Fernández o cualquier otro integrante de la coalición oficialista. Pues entonces por qué no satisfacer los deseos de la “jefa” y ayudarla a instalar a su nuevo apuntado. Vuelve la ecuación que enarboló el ahora presidente. “Con Cristina no alcanza pero sin Cristina no se puede”. Aunque ahora sólo sea para ganar los municipios y refugiarse allí ante la eventualidad de la derrota nacional y, por qué no, provincial.
Se discrepa en mesas políticas sobre el alcance del objetivo de conservar para el peronismo la provincia de Buenos Aires aún en el desdoblamiento de las elecciones por el que ya trabajan oficialistas y opositores. De realizarse, para que se entienda, la boleta será encabezada por el candidato a gobernador. En 2023 Buenos Aires elige senadores nacionales. Cristina Kirchner podría ser candidata pero no arrastraría votos si hay desdoblamiento. En todo caso, le alcanzaría para preservar poder de veto. Como sostiene un lúcido operador bonaerense: “Ella (Cristina) sabe que conserva un núcleo duro que aún no gobernando le alcanza para condicionar todos los acuerdos. Es más, ante lo que viene y la cuenta que hay que pagar, hasta quizá le convenga ser oposición”.
Alquimias que surgen en medio de un contexto complejo donde los problemas estructurales se profundizan. La inflación vuela, la pelea por los subsidios al transporte forman parte de la agenda y muestran la inequidad manifiesta entre el Amba y el resto de la provincias. Reflejos de una Argentina concentrada en pocos kilómetros cuadrados donde se define el futuro de casi todo. Por lo menos, por ahora.
