Por Sebastián Dumont
La muchas veces pronosticada explosión social en el conurbano se trasladó, de alguna manera y con otras formas, al sur del país. Los hechos vandálicos y de carácter terrorista que llevan adelante grupos auto denominados mapuches encuentran sostén político en un sector del oficialismo. Y sus derivaciones ya forman parte de los análisis en las mesas políticas que suelen reunirse en Buenos Aires y alrededores. ¿Qué hay detrás? ¿Quienes los financian? y sobre todo ¿Por qué el gobierno o parte de él se empecina en no condenarlos? Son preguntas cuyas respuestas difieren, pero el problema crece y hay quienes observan derivaciones más graves aún después del 14 de noviembre con el resultado puesto de unas elecciones en las que nadie, por ahora, en el Frente de Todos cree que van a poder darse vuelta.
Bruno Pogliano, el intendente de El Bolsón en Río Negro, recibió en las últimas horas llamados desde Buenos Aires en solidaridad a los constantes ataques que sufre en su municipio por parte de grupos terroristas. El último de ellos la quema de las instalaciones del Club Andino Piltriquitrón con amenazas no sólo a él, sino a la gobernadora Arabela Carreras. No es la primera vez que las autoridades políticas son amedrentadas por los violentos. En Febrero pasado hubo un intento de secuestro al jefe comunal, hecho denunciado en la justicia, y calificado de “insólito” por los medios afines al pensamiento kirchnerista.
El desarrollo de estas acciones tiene puntos de vinculación con episodios sucedidos en el conurbano. En la toma de tierras del año pasado en Guernica, detrás de los grupos que fueron desalojados aparecía el asesoramiento legal de Roberto Cirilo Perdía, ex jefe montonero, a quien ubicaron como parte del grupo Gremial de Abogados. Detrás de las tomas en Villa Mascardi, además de Perdía, hubo asistencia de Fernando Vaca Narvaja, otro ex jefe montonero, mudado hace varios años al sur, puntualmente a Bariloche. Miguel Angel Pichetto fue, hasta ahora, el dirigente político que más fuerte ha denunciado esta situación, incluso aportando datos sobre la presencia de estos grupos en los caminos hacia Vaca Muerta, cobrándole “peajes” a las empresas para que puedan transitar.
Lo importante del seguimiento de esta situación aparece en las derivaciones que podrían surgir del resultado de las elecciones próximas. El futuro del Frente de Todos y cada uno de sus sectores que lo integran es el aspecto medular que explica la falta de rumbo claro en el gobierno hoy de Alberto Fernández. ¿Qué postura tomará Cristina Kirchner si los resultados son adversos? La conclusión sobre ese destino se divide, a grandes rasgos, en dos vertientes.
La primera sostiene que no tendrá opción que allanarse al peronismo más tradicional y avalar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que aún espera la presentación de un programa concreto que responda a varias incógnitas, entre ellas, qué se hará con el déficit fiscal, el aumento de los subsidios a las tarifas y la emisión descontrolada que presiona sobre la inflación. Pero no sólo es el FMI quién espera respuesta, la sociedad argentina quiere saber cuál es el camino para dejar años de atraso y decadencia. Por ahora, reina el silencio y las señales contradictorias.
La otra mirada es que se radicalizará sobre su núcleo duro porque nunca ella aceptará ser parte de un gobierno que deba ajustar. Es el problema de ser parte del tiempo del populismo sin plata. Avalar medidas de retracción sería para el kirchnerismo ir en contra de su propio relato. Y si lo hacen, no deberá notarse. Al fin y al cabo siempre han sido pagadores seriales. El problema es que la situación es tan compleja que la salida, por donde se la mire, será traumática.
Mientras Martín Guzmán y Juan Manzur hablaron con inversores en los Estados Unidos, en Buenos Aires se lanzó un congelamiento de precios a más de 1400 productos, receta ultra conocida por sus constantes fracasos para controlar la inflación. Para darle volumen político a la medida, el flamante Secretario de Comercio Roberto Feletti fue a La Plata a reunirse con el gobernador Axel Kicillof, el ministro de Producción Augusto Costa, creador de Precios Cuidados, experiencia volcada luego en un libro y los intendentes del conurbano. Volverán las pecheras para controlar los precios en las góndolas como en otros tiempos. Pero con una diferencia. Los jefes comunales no estarían muy dispuestos a salir a las calles para tales fines. De hecho, aún sus campañas son de bajo volumen para evitar toparse con algo que ellos conocen muy bien: el malhumor social.
El “peinado” del padrón para ir a la búsqueda de quienes no fueron a votar en las PASO, no significa un apoyo seguro para el oficialismo. La premisa sobre el mayor ausentismo en los barrios más humilde supone un voto histórico del peronismo, pero hoy nada de eso es seguro. La metodología implica tocar el timbre, preguntar por qué no sufragaron, qué necesitan y anotarlos para ser buscados el día de la elección. Es la génesis del voto “delivery”, porque el intercambio termina, a días de la elección, con el reparto de la boleta según las predilecciones del ciudadano. Por eso, se explican los resultados donde las listas locales consiguen más votos que los tramos nacionales.
La ingeniería electoral, además, se convierte en un buen negocio para muchos. Ya en las Paso, hubo aparatos que pagaron hasta 10 mil pesos el día de auto para llevar gente a votar. Es un número alto. El “mercado” convalida como precio promedio la mitad. Días atrás, Martín Insaurralde recibió el listado cada candidato “sin tierra” de lo que les costaría la logística para el día de la elección. Al fin y al cabo, el Jefe de Gabinete es intendente y sabe lo que conlleva un movimiento así. Es difícil pasarlo.
La propuesta de Sergio Massa para convocar a la oposición el día después de las elecciones persigue, entre mucho objetivos, certificar que la falta de rumbo y la pérdida de confianza del país requiere de un gran acuerdo de todos los sectores. El problema de las buenas intenciones del Presidente de la Cámara de Diputados choca en quién, en este contexto, tiene la autoridad necesaria para hacer el llamado. Está claro. Lo importante no es el 14 de noviembre, es el 15.