Por Sebastián Dumont
Alberto Fernández asumirá la presidencia del PJ nacional el próximo 21 de marzo. Será 10 días después de cumplirse 48 años del triunfo de la fórmula del Frente Justicialista de Liberación, el Frejuli conformada por Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima. Era, por aquel entonces, la consagración de “Campora al gobierno, Perón al poder”. Ahora, la historia podrá re inscribir aquello bajo el lema: “Alberto presidente (del PJ), La Cámpora al poder”. Con sólo observar la conformación de la lista del Partido Justicialista presentada días atrás, se corrobora con extrema claridad el avance de la agrupación ya no tan juvenil que lidera Máximo Kirchner quien acaba de cumplir 44 años, fecha que fue celebrara en las redes sociales por el hashtag #maximocumple y no #cumplemaximo. Toda una señal. No de los tiempos que vienen para el oficialismo sino de los que ya están transcurriendo.
“El discurso de la unidad sólo le sirve a cuatro o cinco, el resto si no se planea o confronta queda al margen”, arroja un dirigente con tránsito fluido en la política de la provincia de Buenos Aires que tiene más rutas recorridas en armados que horas detrás de una oficina. La referencia es clara y está dirigida a quienes representarían al peronismo “tradicional” en el Gran Buenos Aires. No alcanza con protestar sólo en el “off de record” porque los resultados son contundentes.
Se dirá que la estructura partidaria no es relevante como en otros tiempos. Pero hay algo que sí es real: La Cámpora se ha dispuesto a ocupar y controlar todos los espacios posibles donde pueda haber un ápice de poder. Pero además, con la conquista del Partido Justicialista se busca saldar una discusión presente hace varios años sobre la pertenencia o no del cristinismo al peronismo. Y desde allí elaborar o al menos intentar conformar un nuevo esquema. Una vez más, Alberto Fernández aparece como el puente y no como el destino.
La extensa lista que conforma el nuevo partido justicialista pone en evidencia varios aspectos. La misma fue conformada por La Cámpora y alguno de los dirigentes cercanos a Alberto Fernández. Nadie más. El ex gobernador de San Juan José Luis Gioja quien preside por ahora el PJ nacional quedó desplazado a ser uno de los tantos consejeros. El ascenso del gobernador Axel Kicillof como vicepresidente es, además, la clara demostración de la influencia de Cristina Kirchner en ese armado del que ella siempre descreyó y hasta enfrentó. Ni en aquellos días de militancia en la agrupación estudiantil TNT (Tontos pero no tanto) el ahora gobernador habrá imaginado integrar esta nómina partidaria.
La representación de los intendentes del conurbano bonaerense queda diezmada. De cosechar una vicepresidencia en el período anterior bajo el nombre del intendente de Malvinas Argentinas Leonardo Nardini, a obtener cuatro representares como consejeros y nada más. Uno para el propio Nardini, otro para Gustavo Menéndez, intendente de Merlo e integrante de la conducción del PJ bonaerense. Y por la tercera sección electoral Fernando Espinoza de La Matanza y Mariano Cascallares de Almirante Brown
El mensaje parece quedar claro: hay lugar para los gobernadores pero no para los intendentes. Para ellos la discusión será en cada uno de los partidos provinciales. Y allí predomina la intención de La Cámpora para quedarse con los sellos que más puedan. Ya lo tienen en Tierra del Fuego, Mendoza, la Ciudad de Buenos Aires – allí va Mariano Recalde – y el bonaerense. Sin dudas, el más trascendente y polémico de todos, porque la búsqueda es para que lo presida Máximo Kirchner. La idea era que el mismo día se amalgame la asunción de Alberto Fernández con la del Presidente del Bloque del oficialismo. Por ahora, es difícil que suceda en esos tiempos. La diferencia central es que los mandatos del PJ nacional estaban vencidos, pero los de la provincia de Buenos Aires aún están vigentes hasta el mes de diciembre de 2021.
Sergio Massa, que integra el trípode del poder en el Frente de Todos se mantuvo al margen. Era sabido. Hace tiempo que decidió prescindir de las internas justicialistas para conformar su propio espacio que plasmó con la creación del Frente Renovador. Haberse inmiscuido en esta puja le hubiera quitado identidad, un bien que busca preservar a toda costa más allá de cuestiones puntuales. En sus cercanías aseguran que nada hubiera tenido para ganar en discutir lugares dentro del partido justicialista y sí mucho en mostrarse como el articulador de la agenda moderada y de centro del oficialismo. La presentación del proyecto para que paguen menos ganancias los trabajadores que cobran hasta 150 mil pesos tuvo buena aceptación en la opinión pública según recientes sondeos. Esos números mejorarían si el proyecto también contempla a los trabajadores autónomos, un sector que ha crecido mucho en los últimos años como consecuencia de la caída del empleo formal y la absorción de muchos de ellos en el Estado bajo formas de contracción que disimulan relación de dependencia.
Como suele decir el escritor y periodista Jorge Asís, la presidencia del Partido Justicialista es un caramelo de madera que le dan al presidente. Es verdad. Ahora, ese caramelo permite mostrar, una vez más, que hay detrás un proyecto político decidido a no dejar ningún resquicio de poder. Aunque sea el mas mínimo. Por ahora, nadie más esboza esa voluntad. No por carecerla, sino quizá, por propias incapacidades.