Se ha intentado instalar, con el cierre de las listas primero y el arranque de la campaña después, que los intendentes del conurbano enrolados en el Frente de Todos están molestos con la candidatura a Gobernador de Axel Kicillof. Y ello los llevaría a impulsar el corte de boleta en sus distritos. No parece ser la realidad, sino todo lo contrario. El mayor impulso, con los números de hoy, para aplicar la estrategia de la tijera lo podrían llevar a cabo los jefes comunales, pero de Juntos por el Cambio para que no peligre la continuidad en sus distritos. Sobre todo en el segundo cordón del Gran Buenos Aires. Allí no son tantos: Pilar, General Rodriguez, Quilmes y San Miguel. El resto gobierna comunas del primer cordón que, por su cercanía con la ciudad de Buenos Aires, tienen una concepción diferente de la figura de Macri.
Para que se entienda con claridad. El principal problema de los jefes comunales en el Gran Buenos Aires, que revisten en el oficialismo, es Macri. Todavía la ventaja es muy importante a favor de la fórmula Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Hay municipios donde la distancia llega a los 25 puntos. Cuanto más lejos de la Capital Federal, los números se notan con más claridad. Es verdad que la campaña recién arranca y el gobierno pondrá muchos recursos en esos sitios para emparejar la situación.
¿Pueden los intendentes generar e influir en el corte de boleta? La respuesta es sí. Pero sobre todo lo hacen para cuidar su lugar y no tanto para favorecer o perjudicar a un candidato nacional o provincial. La ecuación es simple: los alcaldes miden las preferencias de sus vecinos y en función de ello reparten la lista completa para todos los cargos nacionales y provinciales con el último cuerpo que es el local. No complican demasiado las cosas, ni andan preguntando mucho. Es por eso que en su momento, quien esto escribe, bautizó ese método como el “voto delivery”. Ello significa llevar a cada casa la boleta armada para ingresar en la urna con las preferencias de cada votante. Eso sí, la candidatura a intendente no se discute. En otras palabras, simplificar algo que no muchos hacen en el cuarto oscuro. Son los menos quienes preparan un voto con varios cortes el día de la elección. Por lo general, lo llevan generado. Es ahí donde los aparatos locales son fundamentales para el trabajo de armado de las boletas. Y hasta las entregan en sobre y todo.
Claro que hay una condición ineludible. Para que ello de resultado primero debe existir la voluntad de los ciudadanos de votar a su intendente. De lo contrario, el esfuerzo será en vano.
La historia marca varios ejemplos muy contundentes de ello. En Tigre, Ricardo Ubieto gobernó muchos años desde una agrupación vecinalista, sin embargo ganaba en todas las elecciones porque la gente ponderaba su gestión y cortaba la boleta en su favor. En esos casos, el antecesor de Sergio Massa en dicha comuna llevaba boleta corta. Aunque hoy este enrolado en las filas del kirchnerismo, Martín Sabatella que supo ser militante del PC, gobernó Morón con la ayuda de la “tijera” que repartía junto con un instructivo para explicar cómo se debía hacer la maniobra para lo generar un voto anulado o impugnado.
Más cerca en el tiempo, está lo sucedido en Malvinas Argentinas en 2011 donde Jesús Cariglino obtuvo su reelección con el 54,93% de los votos frente al hoy senador y jefe político del actual intendente Leonardo Nardini quien obtuvo aquella vez el 36, 48% de los votos, es decir 20 puntos menos que Cristina Kirchner que en el distrito llegó al 55% de los votos. En esa oportunidad, Cariglino fue en la lista de Eduardo Duhalde quien logró apenas el 10 % de los sufragios. La “tijera” funcionó a la perfección.
Y hace cuatro años, en San Miguel, el actual ministro de gobierno de Vidal logró ser reelegido con el mismo método. Allí Joaquín De La Torre iba en la boleta con Sergio Massa que obtuvo en el distrito menos del 20% pero el alcalde cosechó el 41,38% de los votos frente al candidato de Scioli que fue el más votado a nivel presidente, pero su postulante local Franco La Porta no pudo sostener todo ese voto y cosechó el 36.77%
Estos ejemplos marcan que el corte existe y se puede orientar con la estructura política. También lo puede hacer María Eugenia Vidal que se vio beneficiada de ello en 2015 ante la candidatura de Aníbal Fernández. Lo que sucede ahora es que ante tamaña polarización, no hay muchos votos para ir a buscar a las terceras fuerzas que, a priori, no marcan lo que media Massa en las dos elecciones anteriores. Ese dato no debiera ser pasado por alto. Mucho menos para la provincia de Buenos Aires que no tiene segunda vuelta.
La Primera Sección electoral, clave
El fin de semana pasado Máximo Kirchner en Lomas de Zamora escuchó consideraciones de los intendentes sobre aspectos para ajustar en la campaña bonaerense. Es donde se disputa la madre de todas las batallas y la plataforma que buscará el hijo de la senadora nacional para apuntalar su proyecto rumbo al 2023. En ello no se equivoca María Eugenia Vidal quien ya definió estrategia y va a polarizar con La Cámpora a donde ubica a Axel Kicillof. El ex ministro de Economía se muestra más cerca de históricos K que de la agrupación juvenil. A todos lados lo acompaña Carlos “Cuto” Moreno, amigo de Néstor Kirchner y actual diputado provincial. Además crece la influencia de Mario Ishii en ese sitio con gestos concretos, como el encuentro de este miércoles en José C. Paz donde se reunieron todos los candidatos de las sección con la fórmula provincial. De ahora en más las recorridas serán por separado.
Es en esa geografía del conurbano donde se asienta la clave. Se trata del norte y noroeste del Gran Buenos Aires donde conviven varios niveles sociales. Allí, en 2017 Cambiemos logró imponerse a Unidad Ciudadana 41,44 a 36,08%, mientras que Massa logró el 12,2 % de los votos. Para equiparar a la tercera, donde hace dos años cayó por casi 300.000 votos, los esfuerzos de Vidal se instalarán allí. Tiene aliados importantes. Ya lo demostró el 9 de julio cuando visitó, por enésima vez, el distrito de San Miguel. Así seguirá siendo.